12. Princesa (María José Escudero)
Era la chica más linda del barrio. Aunque también la más inaccesible. Si te acercabas para charlar o para invitarla a bailar, te echaba con cajas destempladas y te espetaba aquello de: “No se hizo la miel para la boca del asno”. Si insistías, te soltaba con altanería y desprecio:”Hasta los gatos quieren zapatos”. Me tenía muy puesto, pero me cansé de batirme el cobre por ella y tiré la toalla.
Ella siguió viviendo en su trono imaginario esperando un príncipe azul a la altura de sus encantos. Al final, se quedó a palo seco.
Desde niña despuntaba maneras. En el colegio no daba ni clavo, sin embargo, en el recreo siempre era el centro. Presumía de sus vestidos nuevos, de su colección de autógrafos, de sus peinados. Pasados los años, sus pretensiones dieron al traste. Desapareció el brillo de sus ojos y la frescura intensa de sus labios. Dejó de dar el pego. Ahora suele pasear más sola que la una, y no la dora la píldora ni la brisa del atardecer. Me da pena y cuando paso por su lado, me hago el sueco. Temo que lea en mi mirada: “Princesa, te quedaste para vestir santos”.
Hay personas así, no solo mujeres, que se autoproclaman princesas, o emperadores, como Napoleón. Hay que reconocer que en algunos casos la jugada no sale mal del todo, si lo que buscan no es amor sino convertirse en florero de alguien, a quien a menudo exprimen y/o utilizan. Tu protagonista tenía las expectativas muy altas, pero falsas, seguro que su punto de mira no era el adecuado, de ahí que al final sembrara lo que recogió, una grandeza falsa y efímera que terminó por desinflarse.
El otro personaje, el narrador, demuestra mucha más humanidad que ella, quizá estaba enamorado de verdad, no solo deslumbrado, tal vez esa lástima que dice sentir al final al ser testigo de su soledad sea una consecuencia de la suya propia, al intuir que podrían haber congeniado de no ser por su actitud (esto es algo que me imagino yo). Su lenguaje abunda en expresiones que le confieren una personalidad peculiar.
Un abrazo, María José
Qué triste realidad M. José, la que nos describes. Los padres creo yo, tenemos mucha labor que hacer para que estos casos no sean tan abundantes. Tristes princesas y príncipes, que solo aspiran a estar en el escaparate, sin pensar que todo se pasa de moda o todos nos deterioramos y lo verdaderamente valioso, ni siquiera llegan a conocerlo. Suerte.
Besicos muchos.
Hola, Ángel. Muchas gracias por tu acertado comentario. Tienes razón, el narrador sabe que, si no hubiera sido por los aires de grandeza de su princesa de barrio, ambos habrían tenido una oportunidad de espantar la soledad y ser felices.
Una abrazo y muchísimas gracias por tu visita, Nunca fallas.
Los padres y la sociedad entera somos responsable de la educación, de los valores que proyectamos a nuestros jóvenes. La televisión y la moda pueden más, es una pena. Muchísimas gracias por el comentario y la visita. Nani. Un beso
María José: Muy interesante el carácter que le da a la narración el enlazamiento de frases hechas. Saludos.
Hola, Iñigo. He utilizado los dichos y frases hechas para darle al narrador un aire campechano. Él es de barrio y no se acompleja y además ella, la princesa, empezó primero.
Muchísimas gracias por la visita y por tu amable comentario. Un saludo.
Muy bien traídas toda esa cantidad de frases hechas que utilizas en este triste y estupendo relato. Mi enhorabuena porque no es tan fácil hacerse con tantas.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosy por la visita y el comentario. Un beso.