76. El abuelo canguro (Rosy Val)
De vuelta a casa despotrica como un descosido. Toñín apenas le entiende. No sabe de besos ni por qué a su abuela jamás le dio uno en público. Tampoco, de la poca vergüenza que tenían esos dos hombres y por qué antes no se veían esas cosas. No entiende de valores y por qué ya no los hay. ¡A él le gusta dibujar! Por eso aguarda, con las pinturas, las hojas en blanco y la merienda, a que su abuelo se atrinchere en su sillón frente al televisor —ayer eligió Machete, hoy verá El Padrino—, con un cigarrillo y una copa de vino blanco.
Ciento setenta y cinco minutos después, finaliza la venganza de la familia Corleone. El bocadillo ha desaparecido; la copa se vacía por tercera vez; el cenicero está lleno; el rojo acapara el folio y el timbre entra en escena. Toñín abre a su madre que viene a recogerlo y sin esperar a que su abuelo le dedique las mismas palabras de siempre… «¡Qué bueno eres jodío!», deposita en el cajón, sobre un hombre con metralleta; unas cuantas katanas; dos toros con banderillas; un guante con cuchillas y diferentes pistolas… la cabeza ensangrentada de un caballo.
Los niños son como esponjas y se ven influenciados por el entorno de forma inevitable e innegable. Su abuelo para él es un modelo a seguir. Aún no comprende del todo los cambios de costumbres, las nuevas parejas, el paso de una sociedad cerrada y cerril a otra más natural y abierta. Es hijo de un tiempo del que forma parte. Como buen artista que es, refleja la realidad que pasa ante sus ojos y son muchas las horas que contempla violencia en la pequeña pantalla. Quizá ese abuelo que se abandona en un sillón, bebe vino y ve películas no adecuadas aún para su nieto, debería sacarle a un parque, o al campo, seguro que el muchacho tendría temas mejores en los que inspirarse y llenar las hojas en blanco.
Un relato cargado de simbolismo sobre la educación, el ejemplo y la importancia de con quién dejamos a los hijos durante la infancia, esa época tan crucial, en la que necesita aprenderse que la violencia es algo inadmisible, nunca un juego trivial.
Un abrazo, Rosy, Suerte
Ángel, he leído por ahí, que una de las recompensas de participar en ENTC, es recibir tus fabulosos comentarios… y yo, lo subrayo y lo suscribo.
¡Gracias!
Un abrazo enorme.