21. Un día de playa
“Chiringuito” en la arena.
Tarde calurosa con un 90 por ciento de humedad.
Cubro la cabeza con una pamela. Gafas de sol y un litro de agua sobre la mesa.
Desde mi atalaya observo a unos niños, embadurnados de crema protectora, que juegan con la arena y personas mayores paseando al borde de las olas.
Estoy tan relajada que, dormito en la silla de plástico y el tiempo transcurre con mi mente en blanco.
Lo que no me agrada es la música. A punto estoy de protestar, pero quién soy yo para quejarme, razono, cuando hay veraneantes moviéndose al ritmo de las notas.
Me meto en el agua y, aliviada, seco mis huesos al sol y vuelvo a sentarme. Mis pies acarician la arena. ¡Esto es felicidad!
En la mesa de al lado, una joven pareja se dispone a zampar un plato de patatas, huevos fritos y ensalada. Mojan los tubérculos en la yema y todo se cubre de un rabioso amarillo semilíquido.
Mis papilas gustativas se alertan. Pido a la camarera el mismo menú pero… con pan. ¿Cómo pueden estos ingleses comer tan sabroso manjar sin empapar la hogaza en la amarillenta yema del huevo?