22. La mujer del teniente del séptimo de caballería
Brandon aguanta hombro con hombro junto a su comandante, ambos descargan sin miramientos la munición sobre el enemigo. No concibe que Custer se haya dejado atrapar como un cadete recién salido de West Point.
Piensa en Helen, su esposa, y en que hace sólo unas horas hicieron el amor. Recuerda sus pezones de azabache, y sus pechos que nunca se cansa de besar.
Dos soldados caen fulminados por las flechas. A su alrededor los cuerpos van conformando una tétrica montaña azul. Brandon asume que todos morirán. Un fuerte golpe por la espalda lo envía de bruces contra el suelo. No siente dolor al comprobar cómo la punta de una lanza asoma ensangrentada en mitad de su pecho. Los aullidos sioux, tan próximos, se vuelven insoportables. Custer debe ser el único que se mantiene en pie.
Mira hacia lo alto y el azul, generoso, le transporta lejos de Little Bighorn: reposa en su alcoba tumbado sobre la cama, y se deleita viendo cómo Helen avanza sonriendo hacia él mientras invita a que el albornoz de seda azul, que apenas le cubre el torso, se precipite a cámara lenta desde sus hombros de ébano.
Sus hombros de ébano… interesante detalle, sí señor. La guinda del pastel.
Por otra parte, tenemos al mismísimo Long Hair. Menuda biografía la suya, por cierto. Pero esa es otra historia, ¿verdad?
Me ha gustado mucho, Ton. Gracias por compartirlo.
Hola, Ignacio. Muchas gracias por comentar.
Este micro es mi humilde homenaje a Jhon Gay, guionista de «Soldado azul», al que tuve la suerte de conocer en 1985, en circunstancias bien dramáticas pero que no vienen al caso.
Un abrazo.
Tu excelente relato me ha traído recuerdos de la infancia, de esas películas clásicas que tanto nos entretenían. Los nativos americanos siempre eran hostiles, luego el tiempo ha dado la vuelta a este concepto, al desvelar que ellos eran las víctimas. De una forma o de otra tu relato cuenta las últimas sensaciones y momentos de un soldado que sabe que su fin está cerca, y que va a llevarse al otro lado sus mejores recuerdos que son, además, los más recientes y sencillos, los compartidos con la persona a la que ama, todo lo demás son puntualizaciones: su uniforme azul, quiénes son «los buenos o los malos», o la piel de su amada, pero la vida se compone de eso, de pequeños detalles, como los que desfilan por este buen relato.
Un abrazo y suerte, Ton
Muchas gracias, Ángel, por la lectura y comentario.
Un abrazo fuerte.
Ton.
Bonito y no ñoño realato.
Felicidados
Un histórico y bélico episodio tan bien llevado que me parece escuchar los gritos de guerra indios.
Enhorabuena Ton, mucha suerte!
Ángel y Álvaro, muchas gracias por vuestra lectura y por comentar.
Saludo.