53. Postureo soviético
En su taller en los sótanos del Kremlin, Mijaíl escrutaba negativos con celo de inquisidor. Cuando alguien caía en desgracia, el padrecito quería que se borrase hasta el último vestigio de su paso por la tierra; él era el instrumento, la goma de borrar de la historia. El que se movía no salía en la foto y no moverse era la clave para sobrevivir. Cuando el vodka no fue suficiente para soportar su vida gris de oscuro funcionario, empezó a insertar su imagen en las fotos oficiales de los eventos a los que asistía Stalin. Se le podía ver a orillas del lago Baikal; ante las cúpulas azules de Samarkanda; en la visita a la flota del mar Negro o en Odesa, en las escaleras de la mítica escena del acorazado Potemkin.
En una remota aldea kazaja sus amigos le veían en el periódico y se admiraban de lo lejos que había llegado el aprendiz de fotógrafo que abandonó la aldea con 14 años. No podían imaginar que Mijaíl ya estaba en un tren camino del Gulag en Siberia, la única región que no había conocido con la magia de la fotografía.
La mayoría de los regímenes políticos, con independencia de su buena intención inicial (en el caso de que llegaran a tenerla) de servir a quienes representan, tienen muy difícil no caer en el intención de aferrarse al poder que, una vez que se detenta, no debe de ser fácil pensar que puede perderse.
Tu protagonista y sus retoques fotográficos, falseamientos de la realidad, de gris funcionario pasa a ser un proscrito de un régimen férreo, por puro aburrimiento quizá, por salir de la rutina monocorde en la que se había convertido su trabajo y su vida. La verdad es que lo consigue, aunque el precio de ser destinado a un temible campo de trabajos forzados no debe ser plato de gusto, pasando así de la celebridad ficticia a no existir, al olvido más atroz.
Un relato original y bien desarrollado.
Un abrazo, Lucas. Suerte
Gracias por leerlo y por tu comentario Ángel. Siempre me llamó la atención como se borraba de la historia a los que discrepaban, negándoles hasta el recuerdo. Un abrazo, espero verte el año que viene en Comillas, ya sin virus.