63. Aires de suficiencia
Un virtuoso no merece semejante audiencia, piensa el violinista. Palmean como el público que asiste a un programa de televisión para jalear, sin criterio alguno, todas las frases del presentador. Si apreciaran realmente la música, sabrían que solo se aplaude al acabar la obra, no tras lo que debería haber sido una brevísima y tranquila pausa para acomodar el violín después del segundo movimiento.
Espera a que acaben. Y entonces cierra los ojos, aprieta los labios y comienza a interpretar la última parte con vehemencia. Sus dedos, arrebatados, enlazan infinitas notas en cada pase de arco. Con una técnica impecable, aumenta progresivamente el tempo hasta convertir el allegro en un prestissimo frenético que no detiene al llegar al final de la pieza, sino que prolonga en un ejercicio de improvisación.
Al cabo de un rato, deja de tocar, levanta el arco y se queda mirándolos, asintiendo, como si les diera permiso para aplaudir. El grupo, ya bastante menguado, se dispersa en silencio. Un par de personas se acercan para echarle unas monedas.
Como homenaje a la música, y como forma de comentario alternativo, quiero compartir con vosotros una canción que esté relacionada con algún aspecto de vuestros relatos. Espero que te guste la que he elegido para el tuyo.
LUIS EMILIO BATALLÁN – Chove-chove
https://youtu.be/KGJAlIuyseM
Gracias, Rafa, muy original esta serie de comentarios que vienes haciendo. Me ha sorprendido tu elección, pero me ha gustado mucho.
Seguro que las personas que escucharon a este violinista no eran el público selecto y preparado que él esperaba y creía merecer. Quizá fuese un virtuoso, él, desde luego, parece convencido de ello, pero no se encuentra en el lugar que debería, en consonancia con la maestría que él da por hecho.
Si la actitud del público, entusiasta cuando no debía, a la vez que decepcionante cuando tendría que haberse entusiasmado, supuso una considerable frustración para él, las monedas del final debieron de ser la puntilla definitiva. Al final se comprende que a él es a quien le sobran esos aires a los que alude el título.
Un divertido juego de equívocos, en el que las expectativas y la realidad conviven, pero no se entremezclan.
Un abrazo y suerte, Lluís
Gracias por tu comentario, Ángel. Como siempre, un placer leer tu análisis. Efectivamente, hay que saber distinguir, y también reconciliar, expectativas y realidad. Y a la vez, intentar no mirar a los demás por encima del hombro. Un abrazo.
Talento perdido en calles de grandes ciudades, a merced de unas monedas con las que subsistir
Gracias por la lectura y tu comentario, José Manuel. Talento perdido hay mucho, porque no todo el mundo tiene las mismas oportunidades. Un saludo.