67. En algún lugar (Concha García Ros)
Volví esta mañana, después de tres años fuera de casa, lejos del pueblo. Estoy sentado en mi cama y no puedo dejar de mirarlo, tal y como me pasaba antes. Cuando me fui tenía dieciocho y creía que ya era mayor para tonterías, que era necesario dejar atrás esas imaginaciones mías. Pero ahora espero que aún funcione. Reconozco que me cuesta más que antes dejar la mente en blanco, me esfuerzo por no pestañear, aunque mis ojos lagrimean. Poco a poco el marco va desapareciendo, el sendero del cuadro está más cerca. Noto en mi cara la humedad del bosque desdibujado, puedo oler el romero. Veo en el fondo del lienzo la luz de su ventana y ya no estoy en mi cuarto, he saltado, corro por el camino de óleo, hacia las pinceladas rojizas y anaranjadas del atardecer, convertido en sombra que toca a su puerta.
La imaginación como aliada para llamar a esa puerta. Ojalá ahora se atreva a hacerlo también en la realidad.
Un escenario y una historia muy sugerentes. Suerte y abrazos,
A veces necesitamos ese empujón de la imaginación. Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo, Anna.
Seguro que muchos hemos pensado, en algún momento, en la posibilidad de introducirnos en la escena de un cuadro. El paisaje evocador que aparece en esta historia invita a ello. Ese camino hasta la casa en la que se ve luz es de obligado recorrido para tu protagonista. Para la imaginación y la literatura no hay límites, por desgracia, para la vida muchas veces sí, más de los que podemos soportar. Tu protagonista debe intentar llamar a esa puerta de óleo, pero también en la de madera, aunque primero ha necesitado imaginarlo y que tú lo contases.
Un abrazo y suerte, Concha
Y menos mal que nos queda la imaginación. Colarnos en otros mundos a través de un cuadro, de un libro… cualquier excusa es buena. Gracias por tus palabras, Ángel. Un abrazo.