68. Acuerdo tácito
Mi padre decía que éramos sus dos arbolitos. Idénticas porque nos sembró al mismo tiempo. Así nos veían también los demás —incapaces de diferenciar a Clara de mí—. Excepto mamá. Ella jamás dudó de la identidad de cada una. Es más, se desvivió por mi hermana desde nuestro nacimiento. Como si en su corazón solo cupiese una persona, mientras que a papá y a mí nos arrojó de él. Sin su cariño, mis ramas crecieron cubiertas de espinas. Por eso me alegré. Ese fue mi primer sentimiento. Pobre Clara. Estaba sentada a mi lado cuando volcó el autobús escolar. Pensé que, por fin, tendría el amor de mamá. Pero enseguida comprendí que eso no ocurriría. Y elaboré mi plan. Solo faltaba su apoyo para que saliese adelante.
Fue mi padre quien le dio la noticia. Y mamá se encerró en su habitación a esperar. El horror desbordó sus pupilas en cuanto aparecí. Lo noté de inmediato. Supuse que había fracasado. De pronto, corrió hacia mí y me hundió entre sus pechos. Me besaba con deseos de creer. Y repetía mi nuevo nombre sin parar. Hasta que lo aceptó. Yo, sin embargo, nunca me acostumbré.
Quién comprende al corazón. Qué razones puede tener una madre para querer hasta la exageración a una hija en detrimento de la otra cuando no hay diferencia entre ellas, ni siquiera física. Lo que ocurre en esta trama no tiene justificación racional, pero sucede, como si no pudiera ser de otra forma, acciones motivadas por hilos invisibles que ni la misma madre sabría explicar. A esa familia solo le queda adaptarse a la pérdida de una de las gemelas, cada cual, a su manera. Es lógico que la hija superviviente no se acostumbrase nunca a algo que carece de explicación lógica y es doloroso para ella.
Los relatos con gemelos suelen tener un algo especial; al tuyo, además, hay que añadirle un plus de calidad.
Un abrazo y suerte, María
No sé por qué siempre me atraen las historias de gemelos y la suplantación de personalidad. Gracias por tu comentario. Estamos tan acostumbrados a tus palabras que siempre las espero. Me encanta leerte.
Un abrazo grande.
Muy buen relato, María, aunque desgarrador para su protagonista. Es verdad, todo el mundo desea que le quieran, y cuando eso no sucede se pregunta porqué a ella no la aman, que tiene de malo.
Y en este caso el dolor se acrecienta cuando se ve repetida en el cuerpo de otra, que además es quien le priva de ese amor que tanto añora.
Pero en esta ocasión, la tristeza de perder a una hermana, que además es su gemela, se ve paliada por ese «acuerdo tácito» de convertirse en su hermana para ganar ese amor que hasta ese momento le ha sido esquivo. Inquietante relato.
Un abrazo enorme, María.
Gracias, Gloria. Qué maravilla de comentario. Un análisis magnífico.
Un abrazo enorme también para ti, compañera.
Un relato potente y sólido, María, con un final perfecto para dejarnos pensando en esta particular familia en la que cada uno a su manera es un pequeño, o gran, monstruo. Mucha suerte para tu estupenda historia.