92. Parafilias
Desde que abrieron al público el jardín del museo, Adela dejó de venir con nosotras a jugar a la canasta. Sus visitas a la parroquia también se espaciaron hasta desaparecer. Todas sabíamos, aunque no nos gustaba comentarlo, que pasaba las tardes sentada al pie del Perseo que decoraba la pérgola leyendo en voz alta poemas de amor o haciéndose selfis mientras le acariciaba el tórax dulcemente curvado, las piernas elásticas o el culo firme. Aquel maldito encaprichamiento no podía traer nada bueno. La noche más fría del invierno nuestra amiga abandonó su casa para reunirse con el objeto de sus desvelos y allí la encontramos a la mañana siguiente, el cuerpo huesudo abrazado al adonis de mármol. La cabeza de Medusa yacía en el suelo, ensortijada de serpientes, y el brazo musculoso que antes la sostenía rodeaba a una Adela rígida y blanca cuya fláccida desnudez solo se interrumpía por un tanga de encaje rojo. Y todo habría resultado entre ridículo y triste si no nos hubiera sido dado contemplar, bajo una impotente hoja de parra, la erección salvaje que lucía el mancebo.
Somos seres complicados, porque a una atracción puramente física, concebida por la naturaleza para perpetuar la especie, incorporamos sentimientos a veces, y otras, incluso, raras desviaciones, o no tanto. La obsesión de esta joven por una estatua podría parecer podría una conducta psicológica concreta, un desvío debidamente etiquetado en los anales clínicos, pero la magia de la literatura añade un desenlace que muestra que todo es posible, que el aparente trastorno no lo era tanto.
Las amigas de esta joven, de preocuparse y sentir lástima por ella, quizá pasen a experimentar una cierta envidia, por la originalidad de su relación, por ser la elegida, como original es esta historia.
Un abrazo y suerte, Elisa
Muchas gracias, Ángel, por tu comentario, tan acertado como siempre. Me gusta mucho que le hayas prestado atención a las amigas, porque para mí no son meras comparsas, sino que su visión tiene peso en la historia. Un abrazo.
Bonita historia de un amor correspondido en la que Perseo podría decir aquello de que uno no es de piedra, aunque sea de mármol. Original y con la calidad habitual de nuestra campeona 2020.
Suerte y abrazo.
Muchísimas gracias por tu comentario, Rafa. Me encanta como le das ese toque de humor tan tuyo al relato. Otro abrazo.