33 La mancha (María José Escudero)
En la fotografía, la muchacha —ligera de ropa— ocultaba su cara con el pelo. Tenía un lunar en el párpado izquierdo y trataba de disimularlo. En la fotografía, papá la miraba embelesado, con una extraña veneración que, ahora que soy mayor, comprendo. La encontré en su cartera un día que enredaba mientras él echaba la siesta en el sofá. Mamá se ruborizó al mostrársela, pero no dijo nada y continuó con su intrigante afán por maquillarse y retocarse.
Papá trabajaba siempre de noche y, a menudo, viajaba al extranjero —a por material, decía—. Nunca supe qué contestar cuando me preguntaban mis amigas a qué se dedicaba. Él tampoco cuando le preguntaba yo. Por desgracia, no tardé en descubrirlo: lo detuvieron en una redada en un hotel del extrarradio y lo acusaron de trata de personas. Las jóvenes que aparecían en las imágenes del periódico local —ligeras de ropa— eran casi todas menores procedentes del Este.
Desde entonces, utilizo el apellido de mi madre, Kowalenko, y aunque asisto con regularidad a mis sesiones de terapia y también he aprendido a maquillarme, apenas salgo de casa. Aún siento el peso de una mancha despreciable que me mortifica y me señala.
Un individuo sin escrúpulos, que trafica con personas, es capaz de cualquier cosa. Es lógico que oculte cuál es su detestable ocupación, más aún que su hija se avergüence en grado sumo de tener algo que ver con él. Cualquier relación con este sujeto solo puede ser tóxica. A menudo, una actitud deplorable funciona como una onda expansiva, tanto más dañina cuanto más cercana es. La pobre muchacha ha de asistir a terapia y apenas sale de casa, en un intento de borrar la mancha de la que se siente tiznada.
Un relato con la virtud de ponernos en el lugar de su protagonista, alguien que parece real, con un sufrimiento tan cercano que nos gustaría saber hacer algo para que no tuviese que cargar con él eternamente.
Un abrazo y suerte, María José
Siempre me he preguntado qué pueden sentir los hijos de personajes tan impresentables, qué sentirá el hijo de un tránsfuga, de un corrupto, de un criminal… Debe ser duro saber que en tu familia se dan comportamiento tan poco respetables. Muy vergonzoso sentirse así señalado, la verdad.
Muchas gracias, Ángel. Gracias por acercarte, gracias por leerme y muchas gracias por dejar siempre tan atinado comentario. Gracias por tu amabilidad. Un abrazo.
Una mancha que no es el lunar de la chica de la foto y, sin embargo, marca y envenena la vida de la protagonista a tal punto que termina usando el apellido de su madre (coincidentemente ruso y terriblemente, agregaría yo, si como lectora me pongo a pensar en qué circunstancias pudieron conocerse sus padres) y tratándose en terapia para intentar superar el espanto de saber que su padre era, como vulgarmente se dice, tratante de blancas… Hay confusiones que, al lado de tamañas vergüenzas, parecen tan pequeñas… (imagino a esta pobre mujer añorando esa ignorancia que vivía en su niñez y me da más pena por ella aún…)
Un micro terrible y terriblemente bien escrito, María José.
Cariños,
Mariángeles
Efectivamente, a esta joven se le ha caído el mundo encima, se ha desmoronado su propio mundo. Descubrir la procedencia de la relación de sus padres es algo perturbador, descubrir la procedencia de su anterior bienestar es traumAtizante. Asume el apellido de su madre, intenta ocultarse bajo el maquillaje también, pero necesita mucha terapia para superar la vergüenza, para limpiar «la mancha». Muchísimas gracias, Mariangeles por tu visita y por tu generoso comentario. Besucos.
Hola, María José, tu relato tiene tal fuerza que esa «mancha» nos invade, haciéndonos estremecer. Más que todo, por lo verosímil de lo que cuenta. Ese «material» que obtenía el padre en sus viajes al extranjero, al que pertenece la chica del lunar de la fotografía, como al parecer también la madre de la protagonista, mueve mucho dinero; dinero que enfanga conciencias hasta el punto de volverlas de hielo. Es difícil poner palabras a la confusión y vergüenza que esa hija tuvo que sentir al hallar la respuesta sobre la naturaleza del trabajo de su padre. Así que todos entendemos que lleve el apellido materno y tenga que acudir a terapia para intentar gestionar esa realidad tan dolorosa de la que es víctima. Genial relato de denuncia y estupendamente narrado. Enhorabuena y suerte. Besos.
Los hijos no son responsables de las tropelías de sus padres, pero las sufren y tiene que ser terrible descubrir tan violentamente la procedencia del dinero que sustenta su modelo de vida. Tiene que ser muy vergonzoso salir a la calle y llevar una vida normal. Pero, lamentablemente, existen individuos sin escrúpulos a los que ni siquiera el dolor que pueden causar a sus propios hijos les detiene. Muchísimas gracias, Juana María por acercarte y comentar. Me alegra siempre tu visita. Besos.
Hola, M. José.
Llego un pelín tarde, pero llego.
Podemos decir que tu relato trata de un tipo de vergüenza llamada ajena. Nadie debería avergonzarse por algo que ha hecho otra persona, cada uno es responsable de sus propios actos.
Espero que estés muy bien.
Un afectuoso saludo.
Hola, Ángel. Tienes razón cuando dices que cada uno debe responder por sus propios actos. Toda la razón. Pero las faltas de los padres marcan mucho por leves que sean. Se suele decir que, por lo general, todos los hijos juzgan a sus padres y pocos los perdonan. En este caso la situación es muy difícil de digerir. Es muy vergonzosa y traumática porque hay una clara falta de humanidad en esos sujetos que se dedican a la trata de personas.
Muchísimas gracias por pasarte por aquí y dejar tu amable comentario. Te lo agradezco mucho y además, has llegado a tiempo. Espero que estéis bien. Un abrazo…m
La mancha, la vergüenza por la mancha de otro, por los actos de otro, por los pecado del padre. Mancha que cuelga del cuello de quienes vivían con él. Madre que siente esa vergüenza desde que vino con él y que parece heredar y compartir la hija.
Es una historia sórdida pero contada con mucha elegancia: con una foto, con una marca, con maquillaje. Me ha encantado, María José. Abrazos y suerte.
Hay manchas que ningún maquillaje puede borrar. Tiene que ser muy traumático descubrir que tu padre es un ser impresentable, y debe ser muy difícil enfrentar la vida como si nada. Muchísimas gracias, Rafael por acercarte y comentar. Un abrazo.