Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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34 Bajar a los infiernos

Esta calle no es la calle de siempre. O quizá es que he malinterpretado las indicaciones del google maps… Los mapas siempre me confunden. Endiablada bolita azul.

Mi calle tenía árboles, gente, tiendas abiertas, vida. Ahora no queda ni sombra de los árboles. Ni de aquellos a los que conocí… Solo quedan unos pocos, ánimas esperando a la muerte.

Y… ¿Es Él? Sí. Es. Él… Esos ojos gatunos son inconfundibles. Incluso ahora, que ya ni parece un ser humano.

Sí. Me ha reconocido. Ese gesto de desaire tan suyo… Me acercaría para convencerle, una vez más, para que regresase a este mundo. Pero ya sé la respuesta desde hace mucho. Ya es tarde. Siempre lo fue.

Un coche destartalado se detiene y él habla con el conductor; ambos sonríen con similares muecas desdentadas. El coche pasa por delante de mí con un petardeo endemoniado. Los ojos gatunos en el asiento del copiloto se vuelven para mirarme.

Y me siento ridícula ahí parada, en este lugar en el que ya no hay nada mío; dándole una nueva vuelta de tuerca a mi enrevesado plan de bajar a los infiernos para rescatar a un condenado.

 

3 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Hay personas echadas a perder sin remedio. El rescate resulta inútil de entrada, cuando el afectado no pone nada de su parte por ser salvado. Los intentos de redención por parte de un familiar, de un amigo, de una pareja, solo conducen a la frustración de quien los pretende, no compensando, quizá, la nobleza de tratar de hacer algo positivo, con el ridículo y la vergüenza (que no son términos estrictamente sinónimos, pero casi).
    El optimismo y los mensajes de autoayuda van encaminados a que cualquier rehabilitación es posible, a que nunca es tarde, a que se puede hacer borrón y cuenta nueva, pero cada caso es diferente y tu relato pone de manifiesto que no todo es cuestión de querer.
    Un abrazo y suerte, Esperanza

  2. Barceló Martínez

    Hola, Esperanza.
    Cuando alguien «baja a los infiernos» No puede esperar encontrar nada bueno allí.
    Creo que ese personaje de ojos gatunos reconoce perfectamente a quien le observa, pero aparta esa mirada felina avergonzado de mostrar en lo que se ha convertido. ¿He interpretado bien?
    A ver si con este relato que habla de bajar a ese sitio tan ingrato, tocas el cielo de la selección del jurado.
    Un cálido saludo.

  3. Vuelves confundida al lugar de siempre, tu lugar, y todo ha cambiado menos Él, que sigue dando vueltas por los infiernos. Pero a pesar de todo algo te hace volver a intentarlo. Buen texto sin nombres; sólo la narradora y «ojos gatunos». Genial. Abrazos y suerte.

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