73. Primer contacto
Temblé de emoción cuando vi uno por primera vez. Asomado al balcón, vislumbré una forma con traza humana y unos ojos refulgentes que hubiera jurado que me contemplaban con el mismo asombro que sentía yo en aquel instante.
Un día, habían comenzado a caer del cielo unos insólitos seres de procedencia desconocida. Se había corrido la voz de que eran ángeles enviados por el Señor para transformar aquel lodazal de desgracias en un edén. Durante un tiempo, las iglesias se llenaron de nuevos conversos, pero la pobreza subsistió con inquebrantable persistencia. El desencanto sembró una idea que fue calando entre la gente como una lluvia fina: si no poseían alas, solo podían ser ángeles caídos, demonios expulsados del paraíso.
Hoy, cuando volvía de recoger un bocadillo en la parroquia, he visto a otro rebuscando en la basura. Unos vecinos le han gritado «hijo de Satán» y ha huido perseguido por un aluvión de piedras.
Intento explicárselo mientras devora su mitad con avidez e intercambiamos miradas curiosas. Contesta con palabras ininteligibles, pero sus ojos parecen decirme que, si es así como concebimos a los demonios, tal vez nuestro mundo sea un infierno que no somos capaces de reconocer.
Todo es cuestión de puntos de vista, o de estereotipos. El concepto que tenemos de los ángeles como seres perfectos, puros y alados, puede ser menos convencional, algo que nos cueste más aceptar, como les sucede a algunas personas con los recién llegados de razas diferentes. Quizá los ángeles sean seres semejantes a nosotros, solo que mejores. En todo caso, estas criaturas de tu relato parecen haber venido para ponernos a prueba, para hacer saltar nuestras vergüenzas, la mala semilla humana que hace que el mundo que hemos creado, lleno de desigualdades y prejuicios, muchas veces, parezca más un infierno.
Un relato lleno de mensajes con una sorpresa final que conduce a la reflexión.
Un abrazo y suerte, Lluís
Gracias por tu comentario, Ángel, yo no lo habría podido explicar mejor. Efectivamente, la llegada de esos seres hace «saltar nuestras vergüenzas», muy bien expresado. Déjame añadir solamente que hay también personas, como la voz narradora, que no tienen esos prejuicios, esperemos que sean muchos. Suerte a ti también, amigo, y un fuerte abrazo.