39 AMIGAS (Rosalía Guerrero Jordán)
La envidia es un gusano retorciéndose en las tripas y arañando el esófago mientras escala por él. Cuando llega arriba te quema los labios intentando escapar de su prisión. A veces lo consigue, otras veces te impide respirar.
Eso sentía Marta cada vez que veía a Laura entre los brazos de Rubén. Un dolor afilado y silencioso le roía las entrañas. Sentía que le faltaba el aire, como si la muerte la rondara de cerca.
Si hubiese sido otra, Marta podría haber bramado al cielo, haberla odiado sin tapujos. Pero tenía que ser Laura, su mejor amiga, su confidente, su compañera inseparable.
—¡Hagamos algo divertido! —gritó Laura un atardecer otoñal frente al mar, mientras se desnudaba y corría hacia el azul infinito.
Desde la orilla, Marta vio cómo el mar lamía su cuerpo joven. También cómo desaparecía engullida por una ola. Esperó verla surgir cual Venus adolescente. Sin embargo, eso no ocurrió. Durante horas, Marta guardó silencio
—Se subió a un coche —dijo a la policía al día siguiente—, era un poco alocada.
Ahora, la culpa ha desplazado a la envidia. Se le queda atascada entre los dientes y vuelve su aliento fétido.
A cambio, Rubén le pertenece.
Muy buen relato. ¡Enhorabuena!
Gracias Lidia, me alegro que te guste.
Vaya con Rubén, que ha utilizado muy bien aquello de «A rey muerto, rey puesto».
Ni que decir tiene que los celos y la envidia son dos emociones desastrosas sobre todo para el que las siente. Su salud queda resentida, así, como lo describes al principio de tu micro.
Feliz tarde y que el mar sea siempre un referente de paz interior.
Tienes razón Mercedes, son emociones terribles. Como dices, mejor sentarse al mar y buscar la paz mental. Y Rubén, pues bueno, si no hubiera sido Marta hubiera sido otra…
Saludos y feliz verano, que tengo el cuerpo lleno de ganas de vacaciones!