46. UNA PALABRA (Belén Sáenz)
Quise aplacar tu enfado dedicándote los más bellos Nocturnos de Chopin y columpiarte despacio en un jardín pintado por Fragonard, pero te obstinabas en seguir encerrada en el baño. Si preguntaba por qué la comida que me preparabas tenía últimamente un sabor acre, te salían sapos y culebras de la boca. Sentía tus arañazos de gata cruel en el alma. Ningún médico encontraba remedio para la arritmia de tu corazón y, mientras, el latido se perdía en el horizonte. Los únicos que mostraron interés fueron los de la Agencia Estatal de Meteorología. Vinieron a estudiar el frío seco que se había instalado en nuestro dormitorio y una nube negra que planeaba a todas horas sobre mi cabeza. El señor párroco, que te había bautizado, no quiso oír hablar de endemoniados y exorcismos. Y tú cada vez más congestionada, con ojos de acero y piel eléctrica. Por miedo a perderte —qué ridiculez—, fui a visitar a una pitonisa. Sin bolas de cristal ni abracadabras me guio hacia la solución. Solo tenía que fijarme bien. Si tenías los dedos cruzados y la barbilla temblorosa, había esperanza, y lo único que tenía que hacer era pedirte perdón.
No era tan sencilla la solución.
Genial, Belén, suerte y besos.
Me descubro ante tu forma de narrar, Belén. Y este relato es una muestra evidente.
Después de hacernos pensar en una situación endemoniada, la solución la pones en el perdón.
Suerte y un besito virtual.
Una sola palabra, si es sincera, puede ser la herramienta que solucione una gran avería. Todos cometemos errores, a veces de manera involuntaria, sin darnos cuenta del efecto perverso que producen en algunas personas, bien porque tienen la piel muy fina, o porque les ha cogido en un mal momento.
Todo se puede estropear por algo inapropiado que se dice, pero también es susceptible de solucionarse con la expresión adecuada.
Meter todo en el saco de cosas de la convivencia es banalizar demasiado. Se hace necesario dar a los pequeños roces la importancia que tienen, como también saber valorar cuando alguien escribe una buena historia a partir de algo cotidiano.
Un abrazo, Belén. Suerte
Ha sido delicioso leerte y ser transportado por los vientos de esa relación tal y como lo has hecho. Me ha encantado. Suerte y abrazos, Belén.