38. Querubines
Todos respiramos una infancia de hielo. Cantamos para distraernos de los temblores. También para ahuyentar las sombras que el arcángel Gabriel distingue con sus ojos de cristal. Espíritus malignos que acechan ahí abajo.
La nuestra es una niñez de escarcha y melodías repetidas hasta que el invierno se derrita, aunque nunca sucede. Y aquí seguimos, con la misma voz por siempre jamás.
A veces alguno sufre afonía y solo mueve los labios, aunque el silencio le hace crecer sin mesura. Le germinan las alas y la ropa se le estrecha. Pero simula que sigue siendo pequeño hasta que recupera la voz, que le nace grave como una tormenta. Es entonces cuando el arcángel lo expulsa y contemplamos durante un instante ese mundo extraño que nos quiere morder la inocencia.
Relato angelical impregnado de poesía y misterio.
El paso de la infancia a la edad adulta, con lo que tiene de pérdida de inocencia, con una realidad que cae de forma inexorable sobre unos angelillos que nunca volverán a ser los mismos, ni siquiera en su tono de voz.
Un relato lleno de simbolismo, un canto a lo un día fuimos y nunca volverá.
Un saludo y suerte, Sara
Muchas gracias, Edita. Un abrazo.
Gracias a tiu, Ángel, por tus letras y la lectura. Un abrazo grande.