33. El testigo (María José Escudero)
Fue un coche rojo el que se llevó a la niña. Insisto, rojo. Ella volvía feliz del colegio con la mochila de Disney y la llave colgada al cuello. Su mamá le había dejado la merienda sobre la mesa de la cocina, junto a una nota cariñosa. Así lo hacía siempre que tenía turno de tarde.
Antes de llevársela, el hombre me observó desde la distancia con un rencor desafiante. Pude verlo muy bien porque tengo unas vistas privilegiadas desde aquí. Luego, arrancó con premura y emprendieron juntos un paseo del que sólo él retornaría.
Era rojo. Ya lo he repetido muchas veces. Rojo como los ojos mortificados de su madre que, asomada al antepecho, rezaba por verla de nuevo aparecer entre la gente que transitaba la calle. Como ese chándal de gimnasia que danzó durante días olvidado en el tendal. Rojo como la sangre hallada en la sima. Como las hormigas que tantearon sus restos. Como los geranios que crecen enredados a mi barandilla. Era rojo el coche en el que el padre invitó a subir a su hija, la que fuera fruto del amor y su vivo retrato. Si yo pudiera hablar, lo contaría.
Recuerdo una serie en mi infancia, cuando solo había dos canales, titulada: «Si las piedras hablaran». Los objetos que creamos nos sirven y acompañan, son testigos inevitables de las andanzas humanas, de las buenas y de las otras, cuántas cosas nos contaría si pudiera, por ejemplo, una catedral. La información de este balcón podría ser decisiva para atrapar a un mal bicho, lástima que el don de la palabra solo sea humano.
Un relato lleno de fuerza y muy bien contado, con el poderío del color rojo y sus muchas aplicaciones.
Un abrazo y suerte, María José.
Me ha encantado tu relato, María José, lo bien que lo llevas desde el presunto secuestro hasta el inesperado final, con todos los detalles que nos permiten, casi, visualizar la escena. Una pena que tenga que ser tan desagradable pero precisamente ahí radica buena parte de su fuerza.
Enhorabuena y mucha suerte.
Tener no sólo «vistas privilegiadas» sino una vista privilegiada a la hora de contar el secuestro de una niña por su propio padre es información invaluable, con la salvedad de que en este caso, quien ve, sabe y relata desesperada e insistentemente, nunca va a ser escuchado porque se trata del mismísimo balcón del departamento donde vive esa niña, llora esa madre y al que el padre, ese bicho repelente, mira desafiante y con rencor… Un inusual y excelente punto de vista para abordar la propuesta que nos ocupa, María José.
Besos😘😘😇😇
Hola, María José, original y tremendo relato a partes iguales. Original, por ser el propio balcón el que nos narra la historia. Tremendo, porque lo que nos cuenta es terrible: un padre que secuestra a su propia hija para luego volver sin ella, lo que nos hace temernos lo peor. Como suele suceder, usa a la niña para provocar el mayor dolor posible a la madre. Por desgracia lo que relatas es totalmente verosímil. Un micro muy intenso, que nos remueve y duele. Felicidades y suerte. Un beso.
Hola,María José.
Un relato estremecedor. Hay una afirmación que no por manida deja de ser inmensamente cierta y es que «la realidad supera a la ficción». Esta historia que cuenta, por arte de tu original narrativa, un balcón, tristemente se parece a otras de pasmosa, increíble y desconcertante realidad.
Un cariñoso saludo, querida amiga.
Madre mía! Espeluznante relato en el que el color rojo todo lo domina. Esas metáforas descarnadas, ese punto de vista imposible… Magistral!!
Me siento muy agradecida por vuestra amable visita, por leer y , además, comentar este relato que , lamentablemente, es desagradable, tremendo, terrible, estremecedor … como bien señaláis, porque aborda la expresión más cruel de la violencia de género. Parece ser que la violencia vicaria está aumentando en nuestro país. Desde 2013, han sido 47 los niños asesinados por su padres biológicos, parejas o ex-parejas de sus madres. El maltratador, en su locura, se garantiza que la madre padezca un dolor permanente, un sufrimiento irreversible. La pena, en este caso, es que el testigo que cuenta la historia sólo puede ser un testigo mudo.
Ángel, Ana María, Mariangeles, Juana, Barcelo y Susana, de nuevo muchas gracias y besos para todos.
Nos ofreces un duro relato, un relato que vas desgranando con detalles cotidianos y tiernos, la llave al cuello, la nota de la madre, hasta llegar a la crudeza final. Relato que se recrea en los detalles que expresan lo que no es posible expresar con palabras como ese chándal oscilando en el tenderero. Un relato bien logrado, duro e impactante.
Un saludo, María José.
Me ha sobrecogido la manera en que has contando esta historia. Brutal. Con ese rojo que no deja de taladrar la mente. Llevándonos poco a poco hasta el fatídico desenlace, con un testigo mudo que todo lo ve (magnífico, por cierto). Y tan doloroso, también, por estar tan pegado a la realidad.
Un abrazo, María José.
Hola Maria José:
un micro estremecedor, y tan real que duele.
Enhorabuena y suerte.
Muchísimas gracias, Manoli, María y Rosalía por vuestra visita y por vuestro comentario. Siempre es monstruoso que alguien pueda hacer daño a un niño y si además, como en este caso, la criatura es sangre de su sangre, aún es más antinatural ,y nos sobrecoge y nos supera tanta crueldad. Es una venganza incomprensible.Pero, por desgracia, está pasando. De nuevo, muchas gracias por acercaros. Besos.
Querida María José, muy bien aprovechado ese balcón para denunciar tamaña tropelía.
Un besote y mucha suerte.
Gracias Rosy. Me alegra mucho tu visita. Espero y deseo que ya corras mucho por ahí. Un abrazo grande 🤗