36. Desencuentro (Alberto Jesús Vargas)
Bajamos del avión dispuestos a bebernos la isla. Semejante destino nos ofrecía alcohol barato y puro desmadre. No teníamos más plan que quemar unos días de libertad low cost. Ella no estaba prevista. La conocimos la primera noche. Abandonó a sus amigas para convertirse en musa de nuestras borracheras. Nunca he visto ojos más azules ni tetas más hipnóticas. Aventajándonos en edad, aseguraba que le parecíamos chavales divertidos. Debía ser verdad en lo que respecta a mis amigos. Con ellos no paraba de reír mientras encantada, se dejaba querer. Yo, en cambio, volví a ejercer de insignificante. Ni siquiera logré que se aprendiera mi nombre. Cuando la tercera noche acabamos los cinco en nuestro apartamento, con osadía etílica aposté que lo haría. En un salto que pretendí impecable, me lancé desde el balcón sólo para ser su ángel, pero al dejar atrás la barandilla, me faltaron alas para rectificar la trayectoria. Varios pisos más abajo, la piscina iluminada, tan azul como sus ojos, se movió lo suficiente como para que no nos encontráramos.
No sirve darle vueltas, hay personas, como bien dices, condenadas a no destacar por mucho que lo intenten, lo cual no es negativo en sí mismo, incluso, en ocasiones, pasar desapercibido puede resultar adecuado, pero no cuando se trata de competir, con exigencia de destacar sobre el resto. Tu protagonista pensaba que su decisión le conduciría directamente a la gloria, al azul exclusivo de unos ojos pasando por el azul de una piscina, pero el alcohol es aliado de las imprudencias y los cálculos erróneos.
Quien se pregunta, cuando lo escucha en las noticias, por las razones por las que alguien arriesga su vida con el absurdo balconing, debería leer este buen relato sobre un encuentro imposible, en el que las motivaciones y la psicología de los personajes alimentan la temeridad de uno de ellos harta conducirle a su fatal desenlace.
Un abrazo y suerte, Alberto
Ese sentimiento de sentirse ignorado, ser invisible, lleva a este chaval al límite de una heroicidad que llamase la atención, pero los efectos etílicos nunca ayudan a las gestas con riesgos físicos. Narración muy fluida de una historia con gran argumento. Suerte con ella. Un abrazo.
Pues sí, Ángel, el protagonista de esta historia no soportaba resultar invisible para la mujer que le tenía deslumbrado y por hacerse notar, hizo el idiota. El balconing es una muestra más de la estupidez humana. Inmadurez y alcohol, una mezcla peligrosa. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Se puede decir, Pablo, que el que recurre al alcohol para salir del hoyo lo que hace en realidad es escarbar para adentro. Habrá que crear un nuevo eslogan para estos chavales que vienen a España buscando el alcohol barato y pensando que aquí no rige la inexorable ley de la gravedad: «Si bebes no te acerques al balcón». Gracias por el comentario. Un abrazo.
La mayoría de insignificantes viven tranquilos en su mundo, pero siempre hay alguno que, por querer aparentar lo que no es, la fastidia como en este caso. Totalmente realista.
Me encanta el movimiento final de la piscina, dotada de vida propia por obra y gracia de una mente etílica.
Una joya, Alberto. Suerte y un gran abrazo.
Gracias, Ana María, por comentar este relato que como bien dices es realista, sin elementos mágicos ni fantásticos, pero con un ese aporte absurdo que le da su protagonista. Y es que en el fondo, no hay nada más realista que lo absurdo. Un abrazo.
El alcohol es enemigo del buen discernimiento y, en este caso, de los balcones.
Muy buen texto. Un saludo.
Pues si, Manoli, los balcones están pensados para asomarse a la vida, no para perderla. Gracias por dejar tu comentario. Saludos.
Como siempre dominando la narración, Alberto, cuentes lo que cuentes. Me ha gustado mucho ese paso de primera persona del plural al «yo» en los momentos más impactantes para el protagonista. Un «yo» que cuenta su propia muerte. Y que te hace pensar en esas noticias de «balconing» que suelen aparecer cada verano deforma recurrente. Qué hay detrás o dentro de esos chicos, porque aquí hay mucha inseguridad y falta de autoestima.
Suerte y un abraaaazo grande.
Un relato que nos traslada a la adolescencia, esa edad en la que todo nos parecía un drama y actuábamos sin medir las consecuencias.
Un gran relato que nos alerta de esa práctica tan peligrosa que han bautizado como balconing.
En cuanto a los recursos literarios, me quedo con esa imagen potente de la piscina moviéndose.
Mucha suerte y un gran abrazo, Alberto.
Un micro impecable. Confieso que hasta el movimiento final de la piscina he esperado que se produjera el milagro y tu desdichado protagonista dejara de ser insignificante.
Suerte, ¡aunque me parece que no la necesitas!
Será, María, porque últimamente me ha dado por volver a ver películas de Billy Wilder lo que me ha podido influir para que me ponga a escribir un relato narrado, aunque se deja un poco abierto el resultado de esa caída, por alguien que podría estar muerto. Recordarás que «Sunset Boulevar» (una de mis películas clásicas favoritas) está contada con su voz en off por un cadáver que al principio de la película aparece flotando en la piscina. Aquello en su momento me resultó muy impactante. Es cierto que es una pirueta arriesgada cambiar la voz del narrador que empieza en primera persona del plural y pasa a la del singular. Espero me haya salido bien. Gracias por tus amables palabras y un cariñoso abrazo.
Tienes razón, Almudena, cuando mencionas a la adolescencia en la que, de alguna manera, aún sigue instalado el protagonista del relato. Esa necesidad de ser reconocido para acabar cayendo, nunca mejor dicho, en la sobreactuación con unas terribles consecuencias. Muchas gracias por tu lectura y tus comentarios. Otro abrazo grande para ti.
Rosalía, reconozco que me gustan las historias sin final feliz y por tanto el protagonista no podía irse de rositas ni conseguir deslumbrar a la mujer que lo tenía encandilado. Para mi el final feliz ha sido que lo hayas leído y que lo califiques de impecable. ¡¡¡Muchas gracias!!!
Magnífico…me sirve para aprender sobre cómo escribir un micro. Mi enhorabuena
Gracias, Isabel, por leer esta pequeña historia que he dejado aquí. Y gracias también por calificarla de una manera tan generosa. Un cordial saludo.
Impactante un azul tan mortal.
Abrazos marinos.
Gracias, María, por leerlo y dejar tu comentario.