51. SAL AL BALCÓN
Al oír el vocerío en la calle, ella, que se daba ya por viuda tras el terrible episodio, se puso en lo peor y le ordenó al charcutero apurarse, salir de su alcoba y no volver por casa hasta nueva orden, porque los pioneros del espacio suelen ser desconfiados, y el marido era ambas cosas. En la NASA tampoco habrían visto con buenos ojos que la esposa del astronauta se la estuviera pegando al héroe local con un almacenero días después del azaroso despegue y sin tener confirmación del incierto paradero de la nave, quizás rumbo al hiperespacio, si no más lejos. Pero estos datos no aportan nada significativo a lo ocurrido después, menos épico aunque más noticioso, pues al anunciar su inesperado regreso con un sonoro «sal al balcón», ella recordó un viejo anuncio, y con una trayectoria parabólica perfecta, le lanzó un jamón de siete kilos que, si hubiera llevado el traje espacial, este le habría salvado de morir desfigurado y oliendo a sabores de la tierra. En suma, que este relato nos sirva de lección y, en casos así, no nos dejemos llevar por la primera musiquilla que se nos pase por la cabeza.
«Sal al balcón, tira un jamón, mira que viene Kinito». Sí que hay melodías que se quedan para siempre y puede que hagan que el subconsciente actúe. El marido de esta mujer infiel ha sobrevivido a terribles peligros siderales, pero no a siete kilos de carne curada arrojada al vacío de forma inesperada.
A partir de una cancioncilla que ha quedado en la conciencia colectiva, al menos de los que ya tenemos algunos años, compones un relato de corte un tanto surrealista, con dosis de humor negro y muy divertido. Además, «da unas ganas de comerrr…»
Un abrazo y suerte, JM
Pues tengo que recortarlo, que me he pasado 30 palabras
Muy divertido. He podido imaginar la situación perfectamente.