47. Manicura
Tenazas. Clac. Falange. Cauterizar. Esas son las órdenes. Y volver a preguntarle, una vez recuperado del desmayo, dónde está la mujer del jefe, con la que intentó fugarse después de transferir toda la recaudación del Casino a una de esas cuentas que tan bien sabía manejar. ¿Quién iba a esperarse algo así de este tímido contable cuando lo contratamos? Ya llevo cuatro seccionadas y no se rinde. ¿Por orgullo, por amor? Bah… a mí qué cojones me importa. Allá él, que no se hubiera dejado atrapar para protegerla. Menudo gilipollas, como si a ella le importase una mierda.
Y mira que me jode el olor acre de la sangre y el de la carne chamuscada, aunque habrá que aguantarse, porque si se empeña en mantener su silencio, cuando acabe de recortarle las uñas, vete a saber qué le tiene preparado el jefe. Nunca le he visto tan cabreado, y además… eh, que ya se despierta…
—¿Sabes qué toca ahora, pedazo de cabrón? Pues a mí hacer un poco más de fuerza porque voy a necesitar las dos manos. Mira que es grande tu dedo gordo, joder… ¿Me vas a decir dónde está escondida esa puta con el dinero?
—…
Claaaaaaac.
Una manicura radical, hasta tal punto, que una vez realizada ya no volverá a hacerle falta que nadie le repase uñas, cutículas o pellejillos. Ser sometido a una tortura así y permanecer en silencio, sin decir unas pocas palabras que podrían librarle de ella, es una muestra de fidelidad absoluta, lealtad y tal vez amor, o todo junto, o puede que sea simple desconocimiento y el pobre está pagando las consecuencias de algo que no ha hecho. La onomatopeya con la que cierras esta historia de confesiones buscadas que se resisten a salir casi duele a quien lo lee.
Un relato bajo la voz narrativa de un torturador que cumple órdenes terribles, pero sin que le afecte ni sienta ninguna empatía hacia la víctima, con algún toque sutil de humor, como la posibilidad de lo que le puede ser seccionado en un futuro. Con imaginación y buena narrativa has hecho del silencio el caldo de cultivo de una historia con la que se sufre y se disfruta.
Un abrazo y suerte, Rafa
Muchas gracias por el comentario, Ángel.
Tú sí que eres un «crack».
Un abrazo y saludos.
Hay silencios que salen demasiado caros, como el que nos has mostrado en tu texto.
Bien traído y bien llevado. Un saludo, Rafa.
Ya ves lo que puede llegar a costar… por algo dicen que el silencio es oro, ja, ja.
Muchas gracias por tu comentario y valoración, Manuela.
Un abrazo y un saludo.
Ayyy, me dio muuucha impresión esta «manicura»… Nadie se banca que le corten tantas «uñas» si no ama mucho a la chica o la chica no está bañada en oro, o se fue con todo el oro…
No puedo decir que lo disfruté, Rafa, pero qué micro tan bien narrado…
Besos😘😘😇😇
Pues me alegro de esa impresión que te ha causado, Mariángeles. Ese era uno de los objetivos del micro al escribirlo.
En cuanto al silencio de él… como se empeña en mantenerse callado no sabemos por qué lo hace, ya ves; habrá que dejar que la imaginación de cada uno dé con la respuesta.
Un abrazo y un saludo para ti.
Yo también lo he pasado mal leyendo tu micro y además he estado todo el tiempo oliendo a chamusquina. De todas formas, te felicito. Nos leemos.
Bueno, seguro que no lo has pasado peor que el contable (ja, ja), y además, con ventilar un poco el micro se le va el olor a chamusquina.
Muchas gracias por tu lectura y comentario, Isabel Cristina.
Abrazo y saludo para ti.
Relato de argumento tarantiniano como corresponde a un cinéfilo de pro. Aún así,no habría adivinado que era tuyo, porque te tengo asociado a otros registros, pero resuelves con solvencia cualquier cosa que toques. Un abrazo, Rafa.
Qué amable tu comentario, Ana. Mil gracias por tu lectura y tus palabras.
Otro abrazo grande (x6) para ti.