42. Camino de perfección
El día que el capellán contó en su prédica que los tejedores de la lejana Bagdad dejan siempre una tara en sus alfombras porque solo Dios puede ser perfecto, sor Perpetua del Divino Rigor comprendió que llevaba toda su vida pecando de soberbia y empezó a permitirse algunas faltas, veniales, por supuesto: bostezar durante los oficios de maitines o laudes; escamotear unas rosquillas o unos bocaditos de cielo del obrador para devorarlos golosa; introducir alguna sabandija en la celda de la madre superiora despertando así sus gritos de pánico. Desde entonces una paz desconocida ha redondeado sus facciones y las novicias han dejado de tener miedo a su maestra. La abadesa, en cambio, ha empezado a observarla sospechosa. Ahora mismo acaba de encontrar un sapo sobre el terciopelo carmesí de su reclinatorio y le está lanzando una mirada enfurecida que no presagia nada bueno. Sor Perpetua, sin embargo, no muestra la menor contrición: al escuchar los alaridos de terror, en el rostro de los ángeles turiferarios se ha dibujado una sonrisa cómplice y el Jesusito que preside el altar, tapándose la cara con la manita para disimular una carcajada, le está guiñando a la pecadora el ojo izquierdo.
Sor Perpetua ha demostrado gran sabiduría. Para empezar, por tomar en consideración las creencias razonables de personas de otra religión. Después, por aplicarlas de forma práctica a su día a día. Su denominación completa «del Divino Rigor» ha perdido sentido a favor de un poco de equilibrio. Reconocer que no somos perfectos. ni falta que hace .es, sin duda, una gran revelación.
Si es cierto que «los caminos del Señor son inescrutables», la paz de su rostro atestigua que el camino que ella ha elegido es el correcto. La sonrisa cómplice de los ángeles y el Jesusito no dejan lugar a dudas. La abadesa sospecha y no piensa lo mismo, pero ya se sabe que no es posible contentar a todo el mundo.
Un relato divertidísimo, tan bien pensado como desarrollado.
Un abrazo y suerte, Elisa. Buen verano
Siempre digo lo mismo, pero es la verdad, leer tus comentarios es uno de los premios de ENTC. Y lo mejor es que este siempre toca. Un abrazo.
Historias de conventos que dan para tanto porque tanta claususra, tanto enciuerro tanto rezo y reclinatorio acaban al final por peteneras. No es de extrañar que el capellán ese diablillo haya metido veneno y el camino de la salvación haya tomado desvíos. Estará en el top de esta edición sin duda, abrazos Elisa.
Ojalá, qué me gustaría colarlo en el libro. A ve si hay suerte.
Está bien romper las normas de vez en cuando, claro que a veces se empieza y cuesta parar jaja, pero mientras sean de este tipo hasta al niño Jesús, como niño, le hacen gracia.
Un relato ameno que falta nos hace también.
Un abrazo, Elisa
El humor es difícil, sacar una sonrisa es también un premio. Gracias, Manoli.
Elisa, nos has dejado una sonrisa con esta Sor, que harta de tanto rigor intenta poner algo de alegría con esas pequeñas travesuras. Muy divertido. Un fuerte abrazo. Gloria
Muchísimas gracias, Gloria, nada mejor que hacerte sonreír. Un abracísimo.
Hola Elisa. El humor, el mejor desengrasante para que todo funcione. Es normal, y necesario, mostrar ese camino siempre, ya sea en una oficina o en un convento. Ya tenemos bastante seriedad.
Normal que tú monjita consiga que sus compañeras tengan mejor cutis, jeje.
Enhorabuena y un abrazo grande.