75. El mártir
Después de sobornar a los guardias de la prisión, el asesino entra en la celda de castigo, cierra la puerta y se detiene a observar al preso dormitar sobre su camastro. Parece un hombre inofensivo, y no el peligroso agitador que levanta el ánimo entre el pueblo con sus ideales revolucionarios. Obedeciendo las órdenes recibidas para silenciarlo, coloca las manos alrededor de su cuello, y con más facilidad de la prevista, sorprendido de que no ofrezca resistencia, como si el hombre se hubiese resignado a su destino, aprieta con sus pulgares hasta que lo estrangula.
Es entonces cuando se alarma al descubrir un aliento difuso, como una niebla intangible, que se escapa de su boca entreabierta, en el que distingue palabras incendiarias, subversivas, provocadoras, que no puede contener con la ayuda de sus manos, mientras se deslizan velozmente hacia las paredes. En un acto reflejo, saca su pistola, le quita el seguro y vacía el cargador sobre ellas, aunque ninguna bala consigue dañarlas. Muy pronto se dará cuenta de que luchar contra la herencia de un mártir siempre será una batalla perdida, y contempla, impotente, cómo las consignas del rebelde atraviesan sin dificultad los sólidos muros del calabozo.
Se le puede arrebatar la vida a una persona, pero al hacerlo, a veces, se obtiene un resultado contrario al deseado: se le vuelve ejemplo, inspiración, leyenda, un mártir, eterno, por tanto, indestructible, a él y a sus ideales, como bien has descrito, para frustración del asesino de tu protagonista, o de quienes le enviaron.
Un abrazo y suerte, Rafa.
Gracias por tu comentario, Ángel. A veces incluso los propios seguidores de un ideal, o el propio líder que lo encarna, saben cuál es la mejor fórmula para que nunca pierda fuerza.
Un abrazo.
Me parece brutal, por la historia, por lo intenso y por cómo está escrito. No puede estar mejor. Un premio muy merecido, enhorabuena!
Muchas gracias por tu comentario, Sara. Animas a seguir escribiendo con comentarios como este.
Un abrazo.
En efecto, Rafa, las personas mueren pero las ideas permanecen, es especial cuando hay quien ha perdido (o le han robado) la vida por ellas. me gusta mucho esa imagen de las palabras atraviesan los muros.
Un abrazo y suerte.
Un muro nunca podrá detener esa fuerza que tiene la palabra. Ni creo que lo consiga ninguna barrera.
Gracias por tu comentario, Rosalía.
La palabra siempre nos pervive y más a ún a aquellos que han hecho de ella una lucha , un acto de rebelión para cambiar las cosas. UN relato certero e inmortal Rafa, suerte
Eso es lo creo, Manuel, que la palabra de un mártir con suficiente poder de transgredir el orden siempre será inmortal.
Muchas gracias por pasarte por aquí y por tu comentario.