Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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74. La sonrisa del tiempo (Salvador Esteve)

No temo a la muerte, pero de mis entrañas emerge un sentimiento desolador: un terror irracional al olvido. Tengo la certeza de que cuando tu familia, tus amigos (si los hubiese), te olvidan, tu huella se desvanece y desapareces para siempre.

Oteo el horizonte y me invaden arcadas de resignación: aventureros tras la estela de un tal Colón, artistas, científicos acuñando su sello en la historia… No escucho nombres de mujer, tal vez no hemos nacido para la eternidad, quizá nuestra lucha aún no ha comenzado.

Los días se van tachando en mi calendario con el hastío de mi invisible existencia. Esposada con un anciano, amamanto a sus hijos, adorno sus fiestas, y ahora tiene el antojo de que pose para un cuadro. El afamado pintor me observa como si quisiera entender mi alma, me pide que sonría, y yo…, yo lo intento.

5 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Cuánto tiempo sin leerte, Salvador. Me alegra hacerlo y espero que estés bien.
    La historia y la sociedad no han sido justas con la mitad de la población. Las mujeres han tenido que vivir bajo un yugo, sin poder desarrollarse en plenitud. Tu protagonista trata de sonreir como le piden, pero solo lo logra a medias, porque es mucha carga la que lleva a sus espaldas
    No obstante, eso quedará con el paso de los años: una sonrisa contradictoria, un tanto forzada, pero célebre, universal y, en principio eterna.
    Un abrazo y suerte, Salvador

  2. Rosalía Guerrero

    Me gusta cómo te metes en los pensamiento de Mona Lisa, porque sí, he ido a googlearla y, en efecto, se casó a los quince años con un hombre mucho mayor.
    Estoy segura que nunca pensó que su retrato sería uno de los más famosos de la historia, y que su (casi) sonrisa se convertiría en un enigma. Pero claro, si te pinta ese «afamado pintor» tienes todos los números para no morir del todo.
    Un abrazo y suerte.

  3. Isabel Cristina Fernández Sánchez

    Un micro precioso sobre la inmortalidad; en este caso las inmortalidades; la del pintor, que está claro que la entendió perfectamente cuando pintó esa semisonrisa y la de esa mujer resignada que supo expresar con ese gesto la conformidad de su vida.
    Nos leemos

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