41. Retazos de la historia (Miguel Á. Molina)
Deambula por la cabeza del escritor, deseoso de abandonar esa especie de limbo en el que se halla y poder protagonizar alguna de sus historias.
Sabe que esa celda lóbrega donde lo mantienen cautivo ha secado la imaginación del autor y por más que lo intenta no consigue hacerse notar en su mente.
Una madrugada, cuando ya tiene decidido desvanecerse para siempre, la musa lo encuentra arrinconado en una de las pesadillas del escritor.
Desde el primer cruce de miradas el personaje anhela que sea ella quien lo saque del anonimato. Y durante varios encuentros están a punto de llegar más allá, pero ninguno se atreve a dar el último paso.
Desesperada por ver cómo el literato desecha una idea tras otra, la musa se decide a unir sus caminos. Deja de lado las miradas y las indecisiones, toma de la mano a su nuevo amigo, y con tono dulce comienza a susurrarle al escritor.
Cuentan que fue así como la musa logró sumergir al personaje en el universo creativo del escritor. El lugar donde sucedió esto prefiero no recordarlo. De ella nunca se ha sabido el nombre, el novelista se llamaba Miguel; el personaje, hoy inmortal, Alonso Quijano.
Todas las referencias y homenajes a don Alonso y a su padre, Miguel, son bienvenidos; si vienen de parte de otro Miguel, de pluma rápida y diestra, cuyas letras siempre se agradecen y disfrutan, el disfrute se amplifica.
Encantado de leerte siempre, Miguel.
Un abrazo y suerte
¡Qué menos que hacerle un hueco al de la triste figura por aquí!
Encantando estoy yo de volver a escribir por aquí, que ya tocaba.
Un abrazo Ángel. ¡Nos vemos!
Qué belleza de texto… Le auguro un gran recorrido.
Gracias por traerlo.
Te agradezco el comentario Yolanda. Por aquí lo dejo y que llegue hasta donde pueda.
Encantado de volverte a ver. Un abrazo. ¡A por la próxima!
Muy acertada la deriva que has hecho hasta llegar a nuestro escritor universal. ¡Ay las musas! La A veces están dormidas o despistadas, y nos ayudan poco. Otras sin embargo nos empujan con un brío, que sólo debemos dejarnos llevar. ¡Qué caprichosas!
Lo de las musas sigue siendo un misterio sin resolver. Las mías llevan de vacaciones muuuucho tiempo, pero parece que esta semana han aparcado sus vacaciones.
Gracias por pasar. ¡Saludos!
Qué bien que la musa rescatara ese personaje inmortal de la mente del escritor y nos lo regalara para la posteridad.
Me ha gustado mucho presenciar ese proceso y el sorprendente giro final.
Un abrazo y suerte.
La historia te hace pensar que quizás haya habido otros muchos personajes que no haya sido rescatados y nos hayamos quedado sin saber cómo serian sus andanzas.
Saludos
Hola, Miguel Ángel.
Desde mi lugar en La Mancha, quiero felicitarte por la imaginación que le has puesto a este relato. Ni más ni menos que has retratado a la musa que inspiró una de las obras cumbres de la literatura universal, y digo «una», aunque para mí es «la».
El narrador no recuerda el nombre de la musa, pero yo creo que es posible que haya salido en la noverla, quizá se llamaba Dulcinea o Aldonza…
Enhorabuena y suerte. Un cálido saludo.
Hola Ángel, reconozco que cuando escribí la historia pensé en ponerle el nombre de Dulcinea a la musa. Es posible que en realidad se llamara así, pero eso queda pendiente para otro relato.
Gracias por pasar por aquí. ¡Un abrazo!
Hola Miguel Ángel,
Hacía al manco más diestro. Menos mal que la musa acudió en en auxilio de D. Quijote y pudimos saber de como arremetía contra los molinos. Creo que te ha salido un texto gigante, de esos que llegan lejos.
Mucha suerte (no la creo necesaria) y un saludo.
Hasta los más grandes necesitan de vez en cuando ayudas externas y el manco no iba a ser menos.
Muchas gracias por comentar y por tus generosas palabras.
¡¡Saludos!!