73. Dejar que pase un tren
Todos los días coinciden en el mismo vagón. A las 07:40. Todos. Con las mismas caras de sueño y el mismo silencio entre tanto ruido del metro. Pero hoy uno de los dos intenta que sus miradas se encuentren más que de costumbre. Hoy ha dedicado mucho tiempo al blanqueador dental y ha limpiado sus gafas con ilusión para que se vieran mejor sus ojos. Y los de ella. Hoy lanza una sonrisa cada vez que levanta la vista del móvil. Ella se fija en él. Cómo no hacerlo, si siempre está ahí, con esa cara avinagrada y su horrible sonrisa. Siente más asco del habitual. Odia esos dientes encalados en exceso. Y hoy, más. Hace tiempo que le gustaría decirle que deje de mirarla. Agradece que han llegado a una parada y un grumo de turistas se interpone entre ambos. Está harta. Desde mañana, se levantará diez minutos más tarde.
Jajaja! Qué diferencia de perspectiva! Parece que alguien va a tener que hacer un cursillo de interpretar miradas si no quiere tener un disgusto.
Buenísimo, Rafa.
Besazo.
Para una vez que limpia las gafas se dicen las cosas sin necesidad de hablar. Gracias, Ana María. Abrazos.
Rafa, ¡me súper encanta! Nos engañas haciéndonos pensar en un enamoramiento en el metro pero, voilà!, el amor solo va en una dirección. Muy visual y, sobre todo, muy divertido.
Un abrazo y suerte, jajjaja.
Había que buscar otra salida al camino habitual de miradas entre tortolitos. Me alegra que te haya gustado. Gracias por comentar. Un abrazo.
Si un chasco, pero quien dijo que la vida es idílica?
Has hecho un juego de perspectivas muy logrado.
Gracias, Rosa, por pasarte a comentar. Un abrazote.
Está claro que el amor es cosa de dos. Tu protagonista necesitaría un curso acelerado y eficaz de lenguaje no verbal, antes de que ella verbalice lo que piensa y siente sobre él. Tampoco le vendría bien un psicólogo, porque tan negativo es la falta de confianza como el exceso de ego,
Un relato realmente original, con un equilibrio tan complejo como eficaz, entre divertido y triste.
Un abrazo grande y suerte, Rafa
Muchísimas gracias, Ángel, por tu comentario. Dos se pueden mirar sin decirse nada; ¿pero qué se dirían sobre todo cuando uno no sabe/quiere mirar? Un abrazo grande.
Muy gráfico tu micro, Rafael. En la vida hay dos clases de personas; las que están atentas hasta el punto de darse cuenta de lo más oculto a los ojos y las personas que nunca se enteran de nada por mucho que les envíes mensajes de todos los colores.
Ese muchacho tuyo, el pobre, gastando el tiempo en una empresa que parece imposible, y tan ilusionado que va.
Feliz tarde, Rafael.
Mil gracias, Mercedes. Para una buena mamihlapinatapai se precisan dos buenos mamihlapinatapaitianos. Y eso no siempre sucede. Es fácil equivocar señales, tanto al recibirlas como al emitirlas. Un abrazo.
Hola Rafa,
…y al buen mamihlapianatapaizador que lo mamihlapianatapaice, buen mamihlapianatapaizador será.
Nos leemos.