72. Miradas
Me acostumbré a descifrar miradas. A ver el enojo en los ojos de Lucía cuando entro mojado y le piso la tarima dejando charquitos. Creo que ella también comprende mi súplica callada de perdón.
Aprendimos a leernos la complacencia mutua, ambos mirándonos sin decir nada, cuando me quedo quieto en mi lado del sofá, ni un centímetro fuera de la manta que ella coloca para mí. «Si no, dejas marca, me dice».
Veo perfectamente en su mirada cuando se levanta de buen humor y ni siquiera hace falta que se acerque. Nos observamos en silencio mientras deambula por la habitación, vistiéndose, y yo sé que ese día va a ser de los buenos.
También sé que a veces tiene un día malo cuando me mira a los ojos e intuyo que está calculando el tiempo que llevamos juntos y cuándo nos despediremos.
Aún así yo amo cada centímetro que ocupa, estar a su lado y hacerla feliz. La quiero y eso nunca cambiará. Aunque esta mañana, por primera vez, haya sido incapaz de descifrar el mensaje cuando me ha abrazado y, con lágrimas en los ojos, se ha marchado dejándome atado a una farola en mitad de esta calle desierta.
Quiero pensar que la mujer ha tenido una razón de mucho peso para abandonar a esa linda criatura que tenía por mascota.
Esta historia bella y triste puede tener más capítulos, anímate!
Oooh, qué penita Sara!
Ya sé que a veces toca final triste pero reconozco que yo prefiero los alegres. Si lo lee mi suegra, igual te hace cambiarlo! A mí me lo ha hecho alguna vez…
En cualquier caso, precioso micro, lleno de mensajes y de sentimiento.
Yo reconozco que me encantan los finales realistas que, por desgracia, muchas veces no felices.
Nunca he tenido familia peluda, pero no dudo del amor incondicional que profesan a sus humanos. Y también de que se les quiere muchísimo.
De los motivos del abandono deduzco que Lucía está pasando por una depresión, porque tiene días malos y calcula cuando se tendrán que despedir. ¿Quizás piensa suicidarse? Aunque no sé si he ido demasiado lejos en mis elucubraciones. En cualquier caso, las miradas más auténticas con las de los seres que no tienen lenguaje, y lo has descrito de manera magistral.
Un abrazo y suerte.
Rosa, a veces no hay razones. ¿Quién lo sabe? Desde luego, este perro solo sabe que Lucía se ha ido y que no entiende por qué.
Me encanta la interpretación que has hecho, Rosalía. ¿Lucía está deprimida? ¿Lucía está simplemente cansada del perro? Quién lo sabe. Juguemos a cerrar esta historia, de la que la/el verdadero protagonista es el perro.
Gracias por tu lectura.
Cansada del perro no está, porque llora al despedirse. Algo ajeno a su voluntad la obliga a abandonarlo pero no sabemos qué. Ojalá alguien acabe adoptándolo…resulta muy tierno.
Hasta el final no se descubre quién es el protagonista y narrador. Ponerse en la cabeza y en la piel de una mascota fiel no es fácil y tú lo has hecho con mucho oficio, y sin caer en ningún exceso. Dan ganas de ir a esa farola para adoptar a este perrillo, que debe de ser bien majo. Los perros no hablan, pero sienten y transmiten.
Un abrazo y suerte, Sara
Muchas gracias, Ángel. Un comentario breve yvsagaz, como los que sueles dejar. Solo por eso merece la pena escribir aquí. Abrazos