80. Del viejo maestro a su joven alumno (María Rojas)
Déjeme llegar sin tropiezos. No me cargue borracho, Joven Olano, que no vaya mi cuerpo dando bandazos como badulaque sin destino. Llame a Murillito, para que ensamble mi cajón con colas de milano, al doctor Casas, para que con su voz estentórea me verseé linduras y a Guillermina, para que ponga firmes mis partes.
No permita, Joven Olano, que el general Lourido asome sus galones y que el mal nacido de Fonnegra entre echando chambimba. Déjeme recrearme en mis cosas, no me importune en mi muerte.
Recuérdeme tomando aguardiente, charlando y encarnando niños dioses, que estoy seguro, me sacarán del infierno.
Lo bueno, Joven Olano, es que usted se va a morir primero y, por esta cruz, que su cajón, sí que se irá dando tumbos.
Supongo que debe de ser un consuelo pensar que otra persona va a morir antes que tú. Está claro que nos aferramos a la vida, lo que quizá no sea muy preciso afirmar es que se siente alegría porque les suceda a otros, aunque sí que conforta que, de momento, no te pase a ti. Curioso lenguaje, el de un hombre que parece cercano a su fin, lleno de instrucciones y peticiones a su asistente o discípulo, que en realidad no podrá cumplir en sus últimos momentos, porque si es cierto lo que vaticina, el otro morirá primero.
Un abrazo y suerte, María.
Qué curioso. He ido a buscar los personajes a google por si estabas haciendo un homenaje a alguna obra que desconozco, pero no los he encontrado.
La segunda persona lo hace muy diferente al resto.
Un abrazo y suerte.
Gracias por comentar, Ángel y Rosalía. Se acostumbra por estas tierras a cargar al muerto. Muchas veces los cargadores van borrachos dando tumbos. Aquí la apuesta de quien a va a cargar a quien.
Feicidades.