11. La mirada del viento (Juan Manuel Pérez Torres)
Huyendo del bullicio de la ciudad, Sofía suele pasear de parque en parque. Un día de abril, caminaba con su bastón, guiándose por los sonidos y olores que la rodeaban, y mientras perseguía aromas florales, el piar de un gorrión la detuvo en seco. Una especie de pio pio, o de trino, que escuchaba incesante, parecía demandar su atención y decidió seguir aquella melodía dejándose guiar por el gorjeo. Acercándose, tropezó con un banco y, al sentarse, sintió la cadencia de la brisa en su flequillo a la vez que la calidez del sol acariciaba su rostro. Justo en ese momento, un niño se acercó corriendo, intentando controlar una cometa de colores brillantes que acabó enredándose en el bastón de Sofía. El niño se disculpó y ella, sorprendida, se rió.
¿Te gustaría ayudarme a recogerla? le preguntó ella, y juntos, comenzaron a desenredar la cuerda. Mientras lo hacían, el niño le habló sobre sus sueños de volar, y Sofía, con su voz suave, le contó historias de cómo el viento podía llevarlo a lugares lejanos, incluso aquellos imaginados. Resuelto el enredo, el chaval voló corriendo la cometa y el gurriato, revoloteando, saltó piando hasta las manos abiertas de Sofía.
Unos momentos cotidianos que, no por sencillos, dejan de ser mágicos e irrepetibles, sino al contrario. Una serie de sucesos casuales que generan sentimientos y vivencias únicas y dignas de recordar y de narrar. Al mismo tiempo, en este mundo acelerado y, según se dice, polarizado y dividido en parcelas, no es tan corriente que alguien se detenga a disfrutar de los placeres de un tranquilo paseo, ni que una persona anciana interrelacione con un niño apaciblemente. Ojalá sucediera m!s
Un relato con hermosas descripciones y un mensaje de serenidad, que falta nos hace.
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
Gracias, Ángel, siempre tan atento y certero con tus comentarios. Solo un matiz que quizá no he sido capaz de expresar del todo: al describir a Sofía con un bastón, deseaba mostrarla como ciega. Aunque en la escena que narro se demuestra que es perfectamente capaz de ver lo que importa, prescindiendo del atrezzo y que es dueña de esa otra mirada, sensitiva, tan necesaria como el viento que nos peina.
Una sucesión de hechos fortuitos, casi como una conjunción de cuerpos celestes, que provoca momentos únicos e inolvidables que, a veces, por desgracia, no son evidentes.
Juan Manuel, tu micro me causa mucha ternura. Describes muy bien las sensaciones de una persona ciega, y cómo la perfección puede surgir en cualquier momento.
Un abrazo y suerte.