35. SATURNINO
Saturnino soñaba que bajaba una escalera interminable. A veces, en alguno de los descansillos se encontraba con alguien. Sobre los siete años se topó con un niño de su edad en el tercero. Sería el amigo fiel que hallaría al día siguiente en el colegio. Años después, encontró a una chica en el entresuelo. Aunque imperaba la penumbra, sintió su belleza como un bálsamo premonitorio, y el domingo siguiente conoció a Vanesa. Todos sus hijos se le aparecieron antes de su concepción en algún tramo de aquella escalera misteriosa. Ramiro, con el rostro de angelote de los tres años, y Angélica con los ojos vivaces que tendría siempre. Durante años siguió soñando con esa escalera sin llegar nunca a ningún sitio, pues cuando presentía ya el portal surgían más y más escalones que se internaban en lo oscuro. Dejó, en la madurez, de encontrarse con gente en los rellanos, solo quedó la sensación de una búsqueda incierta y la angustia de no encontrar una salida. Hasta que un día apareció una señora de luto riguroso en el piso más profundo y le pidió que la siguiera con un ademán imperativo.
Como con tantas otras cosas que nos rodean, podemos ver en objetos y entornos, aunque sean inertes, un reflejo vital de nuestra propia existencia. En tu escalera, además, aparecen las personas clave en la trayectoria del protagonista, con sus consiguientes e inevitables ciclos.
Un abrazo y suerte, Antonio
Gracias Ángel. Un placer escribir para lectores como tú.
Me gusta, una escalera premonitoria que nos va anunciando las personas que nos vamos a encontrar mientras nos lleva hacia lo oscuro. Muy original.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Rosalía. Me alegro que te guste.