84. Escalera de caracol (Jesús Navarro Lahera)
De niña, si íbamos a pasar el fin de semana a la antigua casa de los abuelos en el pueblo, me escondía en el desván después de subir a toda prisa los peldaños de la escalera de mano. Allí, a oscuras, rodeada de polvo y entre trastos viejos, era el único sitio donde no oía las voces que se daban mis padres.
Luego, cuando estábamos en nuestro piso de la ciudad, me tocaba recorrer a la carrera los cuarenta y tres escalones que había desde el portal a la azotea. Desde ahí miraba el horizonte, y pedía al cielo con las manos entrelazadas que algún día me crecieran alas, para así irme volando muy lejos, tanto como para nunca volver a estar cerca de ningún hombre que pegara a su mujer.
Años más tarde, ya casada con ese chico de ojos oscuros y mirada intensa que conocí en la universidad, descubrí que se puede caer en el fuego usando la escalera de incendios que te lleva por las llamas de la pasión. Y es que, a veces, la misma persona en cuyos brazos te has estremecido, también puede hacerte temblar no solo con amenazas, sino con golpes.
Todo el mundo es complicado y nadie se salva de tener un mal día, todos cambiamos también con el tiempo, lo que hoy enanora puede que mañana no, pero algo muy diferente es tener la ruindad de llegar a la violencia, peor aún si es contra la persona con la que se convive y un día te quiso. Contra ello no hay escaleras suficientes en el mundo por las que evadirse.
Un abrazo y suerte, Jesús
Muchas gracias por tus palabras, como siempre aportan una visión adicional a la historia, una reflexión acertada y, como es usual en ti, escritas con precisión exquisita. Un abrazo, maestro.
Qué penita, la infancia tan dura de esa pobre niña viviendo la violencia en su casa, y que luego debe sufrirla también en carne propia. Como bien dice Ángel, las personas cambian con el tiempo, pero yo creo que esa semilla de maldad la llevan dentro y, simplemente, esperan el momento oportuno para sacarla a la luz, cuando la víctima ha caído en sus redes y no tiene escapatoria. Espero que en esta ocasión tu protagonista sí que la tenga y consiga salir del infierno.
Un abrazo fuerte, compi.
Muchísimas gracias, Ana María. Una historia dura de violencia de género la que me inspiró la escalera. La pobre protagonista está atrapada en un bucle, en esa escalera de caracol que no parece tener fin. Un abrazo muy grande.
Hola, Jesús. Las escaleras de caracol replican la espiral de violencia que sufre la protagonista, primero de niña, a mano de sus padres, y luego con su esposo, en la adultez… Qué triste y qué terrible no poder dejar de repetir patrones sufridos y/o aprendidos, por más que se intente… Coincido con Ana María en que hay gente con maldad intrínseca, que sólo espera el momento oportuno para sacarla a la luz… Tremendos simuladores que saben esconderse, y en este caso lo hacen tras dos ojos oscuros y una mirada intensa…
Una historia marcada por los peldaños, donde casi no se ve la esperanza.
Terrible pero muy buena, Jesús.
Un abrazo grande,
Mariángeles
Muchas gracias por pasarte por aquí, Mariángeles. Me alegra que te haya gustado esta dura historia que me sugirió la imagen de una escalera infinita en la que la violencia de la que trata de huir la protagonista le persigue durante diferentes etapas de su vida. Buscaba precisamente trata el tema de la repetición de patrones, que se hace de forma inconsciente y tiene efectos devastadores. Un abrazo.
Así es Jesus, no lo has podido decir más claro ni más rotundo. La cultura machista en la que estamos inmersos desde tiempo “inmemoriales”, es la responsable. Pero la violencia tiene cara, nombre y apellidos, y es preciso atacarla por todos los frentes.
Hay que quitar esa “escalera de incendios”, ¡por Dios!
Muchas gracias por tu comentario, Rosa. Así es, ojalá que la escalera de incendios termine desapareciendo de una vez, y no se camufle de amor pasional lo que es acoso y posesión obsesivos. Un abrazo.
Jesús, es terrible cómo las experiencias vividas en la infancia pueden llegar a marcarnos. Quizás tu protagonista interiorizó y normalizó que los golpes son algo intrínseco al «amor», y no supo detectar a los signos y amenazas a tiempo. Espero que entienda pronto que, si es amor, no duele, y pueda escapar a tiempo.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía, por tus palabras. La protagonista de este relato se ha quedado estancada en esa escalera infinita de caracol… veremos si es capaz de salir de ella, y que lo haga en buenas condiciones. Habrá que tener esperanza en que cambie sus patrones y no repita eternamente lo vivido en la infancia. Un abrazo
Hola Jesús: tratas un tema «universal» y desgraciadamente siempre de actualidad. Utilizas la escalera como un instrumento para escapar, bien la de la casa del pueblo, bien la de la casa de la ciudad.
Por otro lado siempre me ha llamado la atención esas personas que, a pesar de la experiencia, vuelven a caer en el mismo error. Un comportamiento digno de estudio.
Bien elegido el título que hace hincapié en el bucle en el que la protagonista está atrapada.
Bien narrado, Jesús
Un abrazo
Hola, Pilar. Muchas gracias por tu comentario, y por pasarte de nuevo una edición más por aquí. Me alegra saber que te ha gustado el micro, aunque el tema tratado sea duro, y que el uso de la escalera interminable te parezca bien para contar la pesadilla en que está atrapada la protagonista de la historia. Seguro que termina saliendo de esa espiral de violencia. Un abrazo
Toda una metáfora para hablar de la violencia. Estremecedor de principio a fin.
Un abrazo grande.
Muchísimas gracias por tus palabras, María. Me alegra saber que te ha estremecido el relato sobre violencia machista, aunque sea una emoción no cómoda y un tema duro. Un abrazo
Tres modelos de escalera como elemento simbólico de las subidas y bajadas de la vida y, como colofón, la cuarta, en el título, la de caracol, la que envuelve y retuerce tirando hacia abajo. Desde luego, no se puede decir que no has usado magistralmente el tema propuesto.
Muchísimas gracias por tus palabras, Edita. Me alegra mucho que te haya gustado el uso que le he dado al tema para crear esta historia en cuatro tiempos, incluyendo el título, que nos avisa que la espiral de violencia en la que está la protagonista parece que no acaba nunca. Un abrazo