18. Falsa apariencia
Mi madre siempre me decía que derrochaba aires de grandeza, que debía conformarme con lo que tenía y que la envidia era mala, y todo porque soñaba con llevar una vida mejor que la suya. Me consumía rivalizar con mis amigas y compañeras: sus ropas, sus coches, sus casas…Pero en la vida las cosas no siempre salen como se planean, y al final resulta que llevo una vida mediocre. Eso sí, de vez en cuando me permito el lujo de fingir ser quien no soy y tener lo que no tengo: me visto con mis mejores galas y visito casas en venta. Nada de pisos, solo chalets y mansiones. A la chica o chico de la inmobiliaria le digo que busco una gran casa, porque somos cinco en la familia además de dos mascotas. Que tiene que tener al menos cinco dormitorios con baño, dos salones, un sótano, jardín, piscina y casa de invitados. Mi marido es un ingeniero de reconocido prestigio y yo una abogada que dejó de ejercer para educar a sus hijos… Los vendedores derrochan amabilidad, se quedan prendados con mis historias y me miran con una cara de envidia en la que me reconozco…
El comentario que he puesto en el relato anterior le venía mejor a este y no me queda más remedio que repetirme: la falsa apariencia es la mentira más inútil, según mi opinión. Muy bien reflejada esa mentira, bastante habitual por cierto.
Entre la envidia por lo que no se tiene y conformarse, hay una línea confusa y delgada. Según un dicho, es mejor dar envidia que lástima. Tu protagonista intenta ponerse del lado menos desfavorable, con una mentira que debe de ser convincente, porque produce el efecto que ella busca y que suele sentir.
Un abrazo y suerte María Paz, con esre relato sobre debilidades muy humanas.