48. PUNTO DEL REVÉS (Belén Sáenz)
Veo el jersey nada más abrir los ojos porque Madre lo ha dejado colgado de una percha frente a mi cama. Es inmenso el horror que me producen, desde que era un bebé, las prendas que teje para mí con motivo de mis cumpleaños. Nada de lana, perlé o algodón, solo acrílico o fibras de la peor calidad… Los puntos retorcidos y mal rematados son gusanos que me reptan por la piel, y alentados por el sudor frío que me cubre el cuerpo, crecen y crecen hasta convertirse en serpientes que son sogas y quieren estrangularme. Y el color de cereza podrida me hace apretar las uñas hasta clavármelas en las palmas.
Incluso ahora que soy adulta, paso las horas escondida procurando hacer el mínimo movimiento, rechinando los dientes y mordiéndome los puños para no gritar mientras oigo cómo entrechocan entre sí las agujas metálicas, y crujen y chirrían los hilos. Pienso en sus dedos secos y blancos como si se me presentara la imagen de la Parca. En los pellejos enredándose en las hilachas. Y en el leve olor a orina que nunca se desvanece después de que la labor haya permanecido horas y horas sobre su regazo.
Hay fokbas que no tienen una explicación conocida, aunque debe de haberla. Sin embargo, ecisten otras fundadas, cimentadas muchas veces en la infancia. Imagino a tu protagonista feliz en la privacidad de su casa sin ropa, o en una playa nudista.
Un abrazo y suerte, Belén