41 A DOMICILIO
Aquella gota colmaba el vaso, y no solo eso, hacía rebosar una palangana con la que, como si de un reloj se tratase, había escuchado pasar la noche segundo a segundo hasta que el insomnio la llevó a la cocina a vaciar también su desesperación gota a gota al comprobar su desaliñada imagen en bata, rebuscando en una caja de herramientas tan caótica como su propia existencia. Ante la duda de empuñar un alicate o descolgar el teléfono, optó por lo más sensato, y no tardó en presentarse un señor tan mal aliñado como ella, poco aseado igualmente y no menos desencantado de tener que emplear una mañana dominical apañando una gotera.
Desde la mesa de la cocina, ella lo miraba trabajar sin la habitual indiferencia, y él se sentía observado, tal vez deseado, y no queriendo verse sorprendido con los ojos puestos en aquellas piernas cruzadas que tenía frente a sí, cambiaba de postura y se secaba la frente de modo sugestivo, lo que ponía en alerta a su espía, que también descuidaba el escote sin el menor pudor.
Tras reparar la fuga del desagüe, ahora eran ellos los que sudaban gota a gota.
A veces una avería, de forma paradójica, arregla otras. La necesidad mutua, el lenguaje visual y el momento propicio, todo unido, puede desencadenar un desenlace inesperado, el remedio a un par de vacíos que precisaban una reparación de urgencia.
Tan sencillo como contundente y bien contado.
Un abrazo y suerte, J.M.
Eran dos vidas averiadas, amigo Ángel, que encontraron un apaño provisional.
Un saludo y gracias por pasarte.
JM
La desidia los crea y una gotera los junta, lo que el agua ha unido, que no lo separe un electricista, o sí. Mucha suerte, JM.
Nada mejor para una quejosa mañana de domingo.
Un saludo 👍
JM