21. A la i hay que pillarle el punto
Estás contenta: es tu cumpleaños. En un café de tu calle te comes una caña de crema con un cortado y concluyes que va a ser un cumpleaños con c de colosal. Corres al colmado y compras clavo y comino para cocinar un cuscús. De camino a casa coincides con Iván, el interino de inglés de tu instituto. Le cuentas que es tu cumpleaños y te invita a una infusión en el Izmir. Consientes incómoda, porque intuyes que Iván es inmaduro, quizá inestable.
Iván coge el coche, comentáis la cartelera de cine. Pero en la intersección conduce hacia la izquierda. Inquieres, porque el Izmir no está a la izquierda. No contesta. Te inquietas. Insistes. Iván calla. Coge una carretera comarcal. Tu cerebro conspira contra ti, conjura imágenes de un cuerpo en la cuneta.
Tu cabeza cede al caos: aún en silencio, Iván para el coche junto a una zona arbolada y, por sorpresa, te tapa los ojos con un antifaz. Te ayuda a salir, guía tus pasos. Estás bloqueada, el corazón se te sale por la boca.
Os detenéis. Te quita el antifaz.
Hay una cabaña con cadenetas de colores. Catorce compañeros del centro te cantan una canción de cumpleaños.
No cabe dida de que se trata de una situación feliz, o al menos de alivio, imposible de repetir, porque no es corriente que alguien se tome tantas molestias ni sea tan original, como también lo es este relato, desde el título, el juego con las letras, las palabras que forman y sus significados, apropiados para el argumento.
Un abrazo y suerte, Ana
Ingenioso y difícil juego con las letras. Suerte.