«A río revuelto… ¿sequía de escritores?» (TEXTO FUERA DE CONCURSO)
(Para todos esos pescadores de agua dulce, y en especial para vosotros, ENTCianos… ¡ánimo!)
¿Qué es escribir?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿para qué?… Supongo que, como yo, habréis leído mil versiones e hipótesis sobre los recovecos de la escritura, algunas de ellas maravillosas. Yo me quedo con que escribir es algo así como un “cosquilleo” que aparece de repente, una especie de “chispa” proveniente de algún lado y que, como toda energía, solo nos queda intentar avivarla, transformarla (nunca, jamás apagarla) antes de que prosiga su rumbo.
Hoy, tras meses de sequía, me ha despertado una de esas chispas, y me he levantado para tratar de transmitírosla. He pensado: “escribir es como pescar”. Puedes tener buenos aparejos, o el mejor cebo, puedes haber leído las aguas, estudiado la orilla con antelación pero, si no echas la caña… imposible. Una vez que la lombriz ya está en el fondo, empezarán a contar otros factores: la habilidad, el hambre del pez y, por supuesto, la suerte. Pero, con el tiempo y una caña… al final siempre cae algo. Puede que no sea hoy, ni esta semana, o puede que la captura no de la talla y haya que devolverla al agua. Y, por descontado, siendo pescadores de agua dulce, lo de vender el pescado para ganarnos la vida, olvidémoslo. Pero al menos habremos echado el rato
Y ahora llega la idea principal, la chispa, las “cosquillas” que me han traído aquí: no sé si os habéis fijado pero… El río anda revuelto, las aguas están turbias. Uffff. Si yo os dijese que llevo un año de mierda, muchos de vosotros pensaríais: “Toma éste, no te digo, ¡y yo!”. Las tormentas han enturbiado el río que nos lleva, las orillas están sucias, pulula un tufillo a petróleo e incluso hay peces agonizando. Sin embargo, si hay algo perfecto en este absurdo mundo de las letras y de la vida es que… el final aún no está escrito. Lo básico, repito, es echar la caña. Abrir el carrete, balancear la plomada y lanzar el corcho. El anzuelo caerá, desaparecerá en esas aguas turbulentas y desesperanzadoras pero… lo grande, lo maravilloso es que, al perderlo de vista, lo que suceda después será un misterio. Puede que caiga en un fondo desierto y que permanezca ahí, intacto, durante horas, días, meses. O también… puede que llegue un gran pez, o cualquier otra criatura, y agarre la lombriz con la cólera de un tiburón, con la voracidad de un kraken. Y arrastre anzuelo, plomos, boya, caña, y también al pescador. Y que nos haga surfear (ojalá, ¿te imaginas?), hasta el nacimiento del río o hasta su desembocadura o, quién sabe, incluso más allá.
El final, como en toda hipótesis vital (o como en todo buen microrrelato), no es lo importante pero, ya que navegamos en tiempos pragmáticos, os lo desvelaré: Sí, exacto, lo más probable es que el sedal se parta y que ni veáis al pez. Y… a pesar de las expectativas, lo mismo ni siquiera se trataba de un tiburón, ni de un calamar gigante. Igual era tan solo un submarino ruso a la deriva. O un submarinista borracho. Sin embargo, el proceso, el lance vivido, el camino, la travesía, una vez más, sí será lo importante. La chispa generada. Porque, aunque no nos percatemos, ese absurdo episodio de “alocado surf sobre aguas fluviales” probablemente es y será observado por otros ojos. Otros ojos que igual solo pasaban por allí a leer las posibilidades del río, o a escuchar el canto de las aves. Pero no os quepa duda de que el dramatismo, las risas, la tristeza, la empatía, las emociones generadas por ese simple lance de pesca, provocarán quién sabe qué, y quién sabe cuántas otras chispas, otras cosquillas u otras ganas de pescar.
O a lo mejor no, pero mira, al menos, entre pitos y flautas, igual las aguas van volviendo a su cauce.
Un abrazo, Alberto, mil gracias… te hemos echado de menos, que lo sepas…
Qué bueno, Alberto. Que no pierdas nunca, que no perdamos, las ganas de preparar de la mejor manera posible, el aparejo, el cebo, la cesta donde guardar la pesca…y al fin, esa felicidad íntima de lanzar nuestro humilde anzuelo al río.
Gracias, Alberto, por recordarme(nos) que, a pesar de todo, merece la pena seguir tirando la caña. Seguro que todavía, en algún sitio, sigue habiendo una respuesta al cosquilleo de la escritura.
Una reflexión pesquera y literaria excelente… ¡Me encantó! 🐠🐟🥰🥰😇😇
Un gran homenaje a ese cosquilleo que muchos tenemos (iba a decir «sufrimos», pero no es el verbo adecuado).
Será difícil que la mayoría de nosotros vivamos de las letras, pero también lo es dejar de escribir, aunque la suerte no acompañe, aunque otras personas lo hagan mejor o así nos lo parezca.
A los que nos da por este sana «enfermedad» hay que animarnos poco para seguir. Todo tiene sus épocas y las circunstancias mandan, pero escribir, como leer, actividades diferentes pero complementarias, nos hacen sentir vivos, plenos y con ganas de más, pocas cosas lo consiguen.
Gracias por estas lúcidas reflexiones. La metáfora del pescador que lanza el anzuelo lleno de ilusión e incertidumbre es fantástica.
Espero que todo te vaya bien y que podamos seguir leyendo tus letras.
Un abrazo
Hola, Alberto.
Si hay un arte que precisa del don de la paciencia es la pesca. Dice el refrán que a río revuelto ganancia de pescadores. Espero y deseo que tu cesta se llene hasta colmar todas las expectativas presentes y futuras.
Un afectuoso saludo.
Muchas gracias a todos, por vuestras respuestas, vuestra tenacidad y vuestro arte. Un abrazo
Una gran reflexión y una buenísima comparación. Lo importante es que seguimos ahí pescando, escribiendo, lanzando el bolígrafo al agua por si pica un ruso borracho en las fauces de un kraken. Estupenda forma de expresar no solo la escritura sino la vida en general. Gracias por el texto y por el impulso. Abrazos.
Muchas gracias, Alberto, es invalorable tu escrito. Está lleno de reflexiones y conclusiones atinadas. Algunos dejamos de escribir por diferentes circunstancias, a veces por períodos más largos de lo que esperábamos. Sin embargo, el «cosquilleo» por lanzar nuestras letras y frases permanece. Has usado un tiempo valioso para transmitir un mensaje, es de agradecer mil veces. Un cordial saludo.
Supongo que las circunstancias no ayudan, pero aquí estás, y aquí estamos leyéndote.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo