24. ¡Al suelo!
Nuestro padre era un hombre de paz. Durante la comida nos animaba a resolver los conflictos mediante el diálogo, en lugar de recurrir a la violencia. «Ojo por ojo y el mundo acabará ciego», solía repetirnos. Obedientes, mis hermanos y yo seguíamos su consejo en las peleas: siempre terminábamos con una pedrada en la frente.
Pronto nos convertimos en el hazmerreír del barrio. Nuestro pacifismo nos volvía débiles a ojos de las demás familias, y aquello terminó por superarlo. Una mañana se dejó crecer el bigote y desempolvó el traje de teniente coronel que había heredado de su padre. De esa guisa se presentaba en el instituto cuando algún compañero nos humillaba, en las fatigosas reuniones de vecinos o incluso en el banco, a reclamar los intereses abusivos que la entidad le cobraba. Su porte gallardo y las condecoraciones en el pecho despertaban un respeto instantáneo. Nadie se atrevía a contradecirlo.
El magnetismo del uniforme y la firmeza del engaño lo absorbieron. Cansado de ver por la televisión las fusilerías verbales que se lanzaban nuestros políticos, decidió apretarse el cinturón, enfundarse una pistola de fogueo y presentarse en el Congreso. El resto de la historia la conoce todo el mundo.
Muy bien hilado, Raúl, mucha suerte. Un abrazo.
Gracias, Ana. A ver si vuelvo a las andadas, que llevaba tiempo sin subir nada. Un abrazo.
Uno de los problemas colaterales de las mentiras, incluso de las que se utilizan como alternativa a males mayores, como en este caso, la violencia, es que, de tanto repetirlas, el propio artífice de las misnas acaba por creérselas. Lo sorprendente es que en el caso de tu protagonista queda patente, en un vuelco que sorprende, que las motivaciones de algún hecho histórico por todos conocido pudieron ser otras y muy distintas a las que nos contaron . En todo caso, ojalá que todas las pistolas fuesen de fogueo, aunque mejor echarse al suelo, por si acaso.
Un abrazo y suerte, Raúl
Gracias, Ángel, por tu afinada lectura. Aquí tiro de posverdad, una distorsión deliberada de nuestra realidad, quizás ya no tan cercana, para encontrar una explicación o un camino distinto a la verdad o a la mentira que nos han contado durante años. Un abrazo grande, amigo.
Muy bueno, Raúl, esto de inventarse la historia que pudo haber (o no) detrás de la historia (la de verdad). Yo a veces juego a cambiar el final de un cuento clásico, pero tú has ido un paso más allá y, partiendo del final, has buceado para buscar las posibles motivaciones del protagonista.
Una historia entretenida con final sorprendente. Felicidades y abrazos.
Gracias, querida Ana. Es una vuelta de tuerca a esos finales consabidos, una forma de inventar desde lo conocido hacia atrás, donde es evidente que la biblioteca cognitiva pone todo el resto. Suerte con tus setas: ya las tengo encargadas para un buen salteado. Un fuerte abrazo.
Originalidad, humor, título excelente y final inesperado. Enhorabuena.
Gracias, Edita, por pasarte a leer. Un final que necesita de una lectura atenta y cómplice como la tuya. Un abrazo.
Si es que ser bueno al final cansa, y todo el mundo te acaba tomando por el pito del sereno. Entiendo la evolución de ese padre, aunque con ser un poco borde con la gente del barrio ya valía, no hacía falta tomar el congreso.
Un abrazo y suerte.
Jajaja, se vino arriba el protagonista, Rosalía. Pero la vida se abre camino hacia lo inesperado, y sobre todo en la literatura. Un fuerte abrazo y gracias por leer.
Hilarante. Me gusta como se va desarrollando la historia y el personaje. Comienza recomendando una rendición preventiva y al ver el escaso resultado, va evolucionando en un personaje que termina por devorarlo. El broche final, no puede ser más sorprendente. Enhorabuena.
Gracias, Víctor. Un gustazo leerte y que me leas con tan buenos ojos. La verdadera naturaleza necesita de poco para salir del fondo oscuro donde se halla. Un fuerte abrazo y suerte también para ti.
Magnífica precuela. Además de derrochar imaginación en esta historia, está magníficamente contada. Como siempre.
Un saludo, Raúl
Gracias, mi querida María, por pasarte por aquí y leerme. Solo puedo decir: ¡Quieto todo el mundo, que habla María Gil! Un abrazo inmenso.
El poder del uniforme, ¿es la persona que lleva un uniforme o el uniforme lleva a la persona? Muy bueno, Raúl.
(Yo que soy de diciembre del 75 tengo que creerme la verdad contada, ahora con tu nueva versión , me permitiré dudar jajaja)
¡Abrazo!
Gracias, querida Aurora, y feliz de irte a la zaga en esta propuesta. Todos sabemos que todo es mentira, pero vivimos cómodos en ella. De momento. Un fuerte abrazo.
Tejero y sus secuaces, más sainete que drama abortado. “A dios gracias”.
Original el abordaje y la temática.
A Dios gracias…, querida Rosa, aunque no sé yo por cuánto tiempo, visto lo visto a nivela mundial. Un fuerte abrazo y gracias por leerme.
Genial tu relato, querido Raúl. Podría ser perfectamente real porque, a veces, la realidad es tan bufa que parece una ficción. Enhorabuena, amigo, y…Mucha suerte.
Muy bien texto. Las mentiras en el campo histórico asoman debajo de las piedras solo hay que levantar la adecuada… o dejarla entrever, como en tu relato.
La duda está sembrada.
Suerte en el concurso.