15. ALGUIEN QUE CUIDE DE MÍ (Rosalía Guerrero Jordán)
Los días pasan lánguidos, escurriéndose como el agua del mar en las manos de un niño. Una soledad perenne, tejida de ausencias, me acompaña, y la tristeza me envuelve en su capa, tan oscura y viscosa que ni siquiera mi mirada puede atravesarla
Ya no camino sonriendo a su lado, ni saludo a la gente al pasar. Hace semanas que abandoné el trabajo que me hizo tan feliz.
Es inútil intentar detener el tiempo, hacerlo retroceder, impedir la desgracia. Un despiste, un descuido inoportuno que nunca pensé que me ocurriera a mí.
Me dicen que a veces pasa, que no somos infalibles, que la primera vez que ocurre es la peor.
Antes, tan solo el tiempo me podía vencer.
Ahora, voy dejando un camino de plumas grises por la casa. Quisiera despojarme de mis las alas, romperlas en mil pedazos y volver a ser mortal.
Y, por primera vez en mi larga vida, necesito alguien que cuide de mí.
Tu ángel protector incumplió el papel que se le supone, su protegido sufrió las consecuencias de un error que ahora él arrastra. Ha perdido toda motivación y sentido. Necesitaría otro espíritu benéfico que le confortase.
Una historia interesante sobre un fracaso y sus consecuencias, contada por un ser al que creíamos infalible, pero algo humano y no divino debía de tener, porque errar es lo más humano que existe. La pregunta es quién podrá consolar de un fatal desacierto a alguien consagrado a intentar ser lo más eficaz posible.
Un saludo y suerte, Rosalía
Me quedo con esta imagen: «voy dejando un camino de plumas grises». El gris, como contraste con la alegría, pureza o inocencia del blanco que se presupone a un ser celestial, plasma muy bien la esencia del texto.
Hola Ángel:
Pues sí, el protagonista también se sentía infalible, pero no estaba a salvo de errar. Espero que encuentre alguien que le ayude a superarlo.
Hola Edita:
Me alegra comprobar que las plumas grises han causado el efecto que pretendía crear!
Muchas gracias por pasarte a comentar!
Un relato muy emotivo, con imágenes poéticas que logran traspasar la imaginación del lector para dejar ese poso de tristeza en la mirada. ¡Enhorabuena, Rosalía!.
Muchas gracias por tus palabras, María. Mientras lo escribía pensaba si no me estaría quedando demasiado triste…
Un saludo!
Hola, Rosalía. No, no queda demasiado triste porque, cuando hablas de «la primera», nos dejas abierta la puerta a otras, a que de nuevo pueda ser feliz haciendo lo que tanto le gusta. Es un texto precioso que refleja en gris la tristeza por la pérdida de alguien por el que se ha luchado casi hasta la extenuación. Me encanta el relato, Rosalía. Suerte y abrazos.