74. Carpe diem
Ha sido un año difícil. Su corazón le jugó una mala pasada. Y casi no celebra sus ochenta primaveras. Tras el largo periplo hospitalario, hijas y nietos se han reunido y han pensado en cómo hacerle disfrutar cada día y compensar que siempre sea él quien se desvive por todos ellos. Una idea les ha deslumbrado. La afición que apareció tras jubilarse, con la que ha llenado cuadernos de cuentos y poemas. Hoy la han plasmado, al fin está editada. Al ver su obra encuadernada al octogenario se le han encharcado los ojos de gozo, orgulloso de los suyos. Tener un hijo y plantar un árbol ya los realizó décadas atrás. Está exultante con este regalo sorpresa. Le ha transportado a aquel niño que creía en los reyes magos y acercaba los camellos del belén cada día un centímetro hacia el portal, con el entusiasmo de los sueños inocentes.
A veces, para hacer feliz a una persona es necesario muy poco, apenas algo más que el hecho de querer hacerlo.
Este anciano ha recibido una alegría enorme e inesperada por parte de los suyos, algo casi simbólico, pero lleno de sentido para él. Los más cercanos han demostrado conocerlo bien. Esperemos que su corazón no se resienta con esta emoción, al contrario, que la alegría le ayude a reponerse, disfrutar de la familia que tiene y seguir publicando.
Un abrazo grande, Pablo. Suerte con este octogenario ilusionado.
Participar en ENTC está completado cuando se lee tu comentario siempre tan amable y tan preciso. Un abrazote, Ángel.
Qué razón tienes, Pablo. Si realmente nos fijamos en aquellos que nos importan, sabremos lo que necesitan y lo que les hace felices. Y este es un buen ejemplo. Estar junto a los suyos y ver sus poemas editados: que le quiten lo «bailao». Estupenda forma de expresarlo. Suerte, feliz año y abrazos, Pablo.
Gracias, Rafael. Feliz año y un abrazo.