103. CLAROSCUROS (Javier Puchades)
Arreglada con su vestido blanco de domingo acude al parque, donde solo habitan los pájaros, como en su cabeza. Saca un pedazo de pan y lanza una lluvia de migajas sobre sus níveas manoletinas. Mientras permanece sentada en un banco, pasan por allí: niños envueltos en una algarabía de juegos; algunos ancianos buscando la caricia adormecedora del sol y una pareja de amantes que oculta sus besos bajo la sombra del viejo cerezo en flor.
Sacude sus manos antes de marcharse de allí, aunque no sabe hacia dónde encaminar sus pasos. Abre su bolso en busca de una respuesta, pero nada más encuentra oscuridad. A su mente, arrastrada por el viento como un cúmulo de nubes, solo le atormenta una cosa: si, para pedir que le acompañe a su casa, al extraño que permanece sentado a su lado ha de llamarlo hijo o papá.
El blanco de la indumentaria de tu protagonista se extiende en su mente. Padece la enfermedad del olvido.
Describes la escena del parque y aún no sabemos la edad del personaje. Parece una niña por su rasgos. Solo al final descubrimos su borrosa identidad.
Muy bien contado, Javier.
Mucha suerte y besos.
Carmen, muchísimas gracias por tu comentario.
Besos.
Una forma original para describirnos esa horrible enfermedad… de cuyo nombre no quiero acordarme.
Suerte y un abrazo virtual, Javier.
María Jesús, muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Me parece que sea lo que sea, llaman como le llamen, ese hijo o papá la va a ayudar mientras se le encoje el corazón.
Muy bueno
Luisa, muchísimas gracias por tu comentario.
Un beso.
Ninguna enfermedad es una alegría, pero algunas son especialmente crueles. Has reflejado muy bien cómo debe ser una mente en la que la memoria y la conciencia van inúndandose de un blanco asimilable al vacío, en un proceso duro para quien lo padece y para quien asiste como testigo y cuidador.
Un relato en el que la claridad pierde terreno ante lo oscuro, la indefinición y la inseguridad, que seguro ayudará a comprender mejor a las personas que padecen ese mal, siempre inmerecido.
Un abrazo y suerte, Javier
Ángel, muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo enorme.
Vas cubriendo con tus palabras un velo blanco sobre la historia hasta descubrirnos que está hecho de olvido y nubla la mente de la protagonista.
Precioso relato, que aunque habla de esta cruel enfermedad que devora los recuerdos de quien la sufre, lo haces con tanta sensibilidad que la dulcificas, haciendo que todos queramos ayudarla a regresar a casa.
Te felicito, Javier. ¡Enhorabuena! Te deseo muchísima suerte.
Besos muy muy apretados.
Pilar, muchísimas gracias por tu acertado comentario.
Muchos besos.