16. Contando los días
‘Tienes mucha suerte’, me dicen a veces, ‘otros no pueden contarlo’.
Y yo cuento y recuento cada momento de cada día desde que mi cuerpo dejó de ser mío.
Ahora, tumbado en una cama, que tampoco es mía, atesoro aquellos momentos de mi vida. Tan lejana ya que, a modo de postales descoloridas, de esas que nos mandábamos los amigos en nuestros viajes de adolescencia, me llegan a la mente y al corazón. Como un álbum que me atormenta a cada página que paso.
Me cuento a mí mismo cuando me saqué el carnet de moto y me creí Ángel Nieto, cuando María me besó por primera vez, cuando me dijo ‘sí, quiero’, tan preciosa, sus ojos en mis ojos, cuando los gemelos salieron al fin de la incubadora, arrugaditos y diminutos.
Y repaso el año de mis cuarenta. Año que pensé sería redondo, perfecto, sin aristas. Pero en el que mi moto me falló. Y mi ángel me abandonó y me quedé solo, tumbado en esta cama.
Y desde entonces colecciono esos recuerdos. Y cuento y recuento cada hora, cada minuto, y cada segundo, esperando a que me llegue el último. Y mi álbum, por fin, se termine.
Hemos coincidido con el tipo de colección, Esperanza.
Pero el tuyo es mucho mejor.
Te felicito por ello.
¿Sí? Casualidades microrrelatistas. Voy a leerte.
Gracias Modes.
Dicen que al final de la existencia las escenas vividas desfilan delante a modo de resumen de lo que mereció la pena, como despedida de lo que fue y ya no podrá volver a ser. A veces, esa sensación de que todo ha terminado dura muy poco, mientras que en otras ocasiones puede prolongarse durante más tiempo. En un caso y en el otro todo está finiquitado ya y se es más consciente que nunca de un final irreversible y cada vez más cercano.
Esa colección de recuerdos puede parecer el último consuelo, cuando en realidad sin quizá más bien una tortura, imágenes que se repiten para martirizar con la impotencia de lo perdido, en las que una moto pasó de ser un medio de juventud y libertad, a ser el brazo ejecutor del inmovilismo y el desenlace prematuro.
Una historia tan triste como bien contada.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Es cierto, cuando tienes una época buena parece que se te hace todo demasiado corto. Y no lo disfrutas ni agradeces como deberías. Y cuando te llegan los golpes te ves tan dentro del hoyo que piensas que no hay más que hacer.
En este caso la solución sería drástica. Pero cada cabeza es un mundo.
Gracias Ángel. Un abrazo para el EdH2020 🙂
Esperanza, una colección amarga la de tu protagonista, pero un relato magníficamente llevado.
Un abrazo para ti. 🙂
Hay colecciones de las que se aprende, a la fuerza.
Gracias Amparo.
Abrazos. Suerte para tí 🙂
Su cuerpo inmóvil acelera su memoria que colecciona recuerdos, hasta que estos se repiten, pues ya no puede generar más, y se da de bruces con su amarga realidad. Un relato que nos encoje el corazón. Muy bueno, Esperanza. Un abrazo.
Si ya he conseguido dejarte esa sensación, ya he ganado algo importante.
Gracias Salvador.
Un abrazo en cuarentena 🙂
Muy buen relato, saludos…
Muchas Gracias Ana Liliana
Saludos 🙂
Qué bien lo cuentas todo, ¡Esperanza! Incluso historias tan trágicas como esta. Mucha suerte, besicos.