6. Cortando por lo sano (Francisco Javier Igarreta)
Años atrás había sido un barrio comercial, pero la rápida expansión de la ciudad lo abocó a un progresivo declive. A estas alturas resultaba sorprendente que alguien se arriesgara a instalarse allí. Por muy “innovador’ que fuese el proyecto en ciernes. Sin embargo, un individuo con ínfulas de visionario, parecía haber descubierto el ave fénix en un ruinoso almacén incendiado en extrañas circunstancias.
Tras una reforma integral, concedió un periodo de puertas abiertas. La gente acudía intrigada y se dejaba seducir por el metafísico atractivo de aquel espacio vacío. La deslumbrante ausencia de todo les liberaba del acuciante acoso de las cosas, permitiéndoles percatarse de la presencia del otro. Algunos, incluso se encontraron a sí mismos. “Hay que vivir la experiencia” se convirtió en algo más que un slogan y aumentó la demanda de sentirla. Sin embargo, a los pocos días el local fue clausurado sin contemplaciones. Un documento del Departamento de Usos y Actitudes señalaba “que aquel peligroso montaje woke, fomentaba tendencias atentatorias contra la sociedad que con sumo esfuerzo formamos entre todos. Aunque, de momento, parecía algo incipiente y cosa de frikis, se hacía preciso echar por tierra un posible nicho de negocio”.
Lo correcto no es lo que a uno le parece y, seguro, que le vmconviene, lo más natural y sencillo, sino la idea de consumo, estar receptivo a los mensajes que nos envían, a lo que quieren que hagamos, que nadie piense por sí mismo, es más fácil que todo esté dirigido en torno a determinados intereses y no otros.
Un relato para la reflexión, desde una aparente sencillez conduce a algo más profundo.
Un abrazo y suerte, Javier