CREER O NO CREER
La escalera ya estaba allí mucho antes de que construyeran la casa. Quién la hizo, con qué propósito, nunca se supo, pero allí mismo se quedó, como adorno, sin llevar a ninguna parte, porque a la señora de Bellvedere le pareció magnífica y le dio miedo derribarla por si molestaba a algún espíritu. Prohibió que pie alguno la pisara, pero una noche, caminando sonámbula, subió por ella a un salón de baile que no existía, donde había gente vestida de etiqueta, una orquesta, hojarasca por el suelo, jabalíes y grandes ciervos, ventanales abiertos a una brisa fresca y una escalera idéntica que la bajó a la quietud de su dormitorio después de bailar hasta el amanecer. Al día siguiente no recordó nada, pero el eco de la música, que bajaba peldaño a peldaño desde la inexistencia, le martilleaba la cabeza sin piedad. La señora, incapaz de soportarlo, marchó lejos pero mandó buscar el origen de aquel tormento y rompieron los techos, rompieron tabiques, echaron abajo la casa y solo la escalera quedó intacta.
Todavía hay quien asegura verla subir y desaparecer en las madrugadas. Siempre habrá quien crea en fantasmas.