79. Cuerda para un rato
Voy a contaros lo que ocurrió verdaderamente en la carretera del pantano y cómo se gestó la leyenda que todo el mundo conoce. Las culpas, por ser culpas, son amargas, pero necesitaba digerirlas definitivamente, pasar aquella página de mi vida. Y tenía que hacerlo desde allí, reconstruyendo la historia con el más mínimo detalle. Sin embargo, la oscuridad de la noche, el reflejo de los faros en la túnica y su inquietante sonrisa en mitad de la curva me precipitaron bruscamente en el pasado. El descapotable giró 540 grados sobre sí mismo y se detuvo. La negritud de la noche resaltaba su cara blanca, su sonrisa blanca, su túnica blanca. Hubo quietud, polvo, silencio… Poco después, solo quietud y silencio. Esperé. Alguien giró la cuerda en mi memoria y me hizo retroceder hasta los años felices de amor desembragado en un incómodo Simca, años de música y borracheras, de melenas al viento que desdeñaban la inevitable y senil alopecia de los descapotables, años inconscientes de velocidad y autoestop, de mochilas deshojadas, ensangrentadas, abandonadas… Mas… no podré seguir… no podré contaros… mi cabeza… todo gira confuso… sin fuerza… la cuerda… no recuer…da… los… re…cuer…dos…
A la leyenda de la chica de la curva le queda cuerda para rato. Como una sirena atrayente y fatal, tiene y tendrá el poder de seguir encandilando a los incautos. Las leyendas son invenciones, pero tienen una parte de verdad que tú por fin revelas.
Un abrazo fuerte, Luis. Feliz año