44. De fines de semana, o sobre los inconcretos movimientos de dos moscas dentro de una flor de cactus
Escena 1, sábado por la mañana: hay dos moscas chocándose contra la cristalera. Yo sé que ya habrás sacado al perro, y estarás deambulando por la cocina. No te oigo ni te observo. Ni siquiera lo pienso. Solo lo sé. Igual que tú sabes que yo ya habré barrido un poco, y que estoy aquí en el balcón, leyendo. No me ves, ni tampoco lo piensas. Simplemente, a fuerza de repetirse, conocemos cada movimiento.
Escena 2, sábado por la tarde: se acaba de abrir una de las flores del cactus y las dos moscas han caído dentro. Las flores de cactus duran un día, pero son preciosas. La vida de una mosca es también corta. Yo estoy terminando una novela que no me gusta, y ahora pondré la radio. Tú estarás viendo la tele. Luego cenaremos.
Escena 3, domingo por la mañana: la flor empieza a mustiarse y supongo que eso hará que las dos moscas tengan menos espacio para moverse. Digo supongo porque no llego a centrar mi atención en ello. Ni en la belleza efímera de la flor, ni en esos movimientos inciertos, de patas y antenas entrelazadas. Ese baile absurdo, que no va a ningún lado.
Lo cotidiano, los pequeños detalles de una vida compartida, pueden ser la base de una felicidad de la que a menudo no somos conscientes, a veces, solo, si se pierde. También es posible lo contrario, que todo se devalúe hasta degenerar en una inercia mantenida por pura costumbre, que no se disfruta, no conduce a ningún sitio y de la que no se puede escapar, como esas moscas atrapadas en el espacio exiguo de una flor efímera, que patalean impotentes en un sin sentido.
Un relato sobre la pérdida de ilusiones, apuntaladas de forma artificial con rutina, en el que la existencia de un hombre y una mujer no es muy diferente al destino vital de dos insectos, cuyos movimientos son un mismo «baile absurdo» que «no va a ningún lado». Una historia breve con la originalidad de un título extenso con la esencia de lo que se transmite, en el que el adjetivo «inconcretos» aplicado a los movimientos es la clave.
Un saludo y suerte, Alberto