20 DE PUÑO Y LETRA
Llega sin sobre y sin estampillas, como si no proviniera de un lugar sino de un tiempo.
Viene sin firma, pero con su letra. Es su letra, ya sin las curvas y voluptuosidades de la adolescencia, o el pulso nervioso de la temprana juventud. Es su letra que, erosionada por las aguas y los vientos de la vida, se ha transformado en esa monótona planicie que abraza un horizonte impreciso. Es su letra que se ha desnudado de todas las metáforas. Es su letra, ya sin nombre, que atraviesa el silencio como lanza y viene a cumplir las promesas de ayer.
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Una de los rasgos que nos caracterizan, o muestran elementos significativos de nosotros, es la letra manuscrita. Como bien señalas, puede variar un poco con el tiempo, no hay nada que no esté en perpetuo cambio, pero la narradora (a mí me parece una mujer), a pesar de que no conste ningún nombre en el escrito, sabe quién es el autor.
Breves líneas que hablan de un mensaje epistolar, rompedor de un silencio prolongado, que dice mucho de las intenciones de la persona que lo ha escrito.
Hablando de nombres, me suena el tuyo de hace mucho tiempo, de Twitter, aunque igual me equivoco.
Un saludo y suerte, Silvina.
Concuerdo. Si las palabras ya en sí mismas tienen el poder de conectarnos, cuando vienen manuscritas portan algo de nuestra esencia. ¡Qué tiempos aquellos, los de las cartas! Muchas gracias, como siempre, por tu lectura atenta y tus comentarios. No te equivocas, esa soy yo. ¡Saludos!