Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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54. Declaración

Los niños corrieron hacia la loma sin percatarse del letrero clavado al borde del camino, hipnotizados por ese verde irreal. Al pisarla, la hierba crecía sin control a sus espaldas y los chicos desaparecían tras ella. Les grité que no se movieran, que regresaran sobre sus pasos, aunque la espesura ahogaba mis voces, y sus risas. No se detuvieron. El horror me mantuvo paralizado hasta la llegada de los jardineros, cuyas miradas parecían recriminarme nuestra sistemática tendencia a saltarnos las normas. Les hice ver que hubiera servido de poco la lectura del rótulo, ya que mis pequeños únicamente saben dar los buenos días en el idioma del país cuando no les puede la vergüenza. Sin cruzar más palabras, los operarios se dieron la vuelta y comenzaron a podar el cerro con meticulosa paciencia. Mientras avanzaban tijera en mano, se les oía decir «Good morning!» a cada rato, con la esperanza de que alguno respondiera. Fue así, señoría, como perdí a mis hijos.   

9 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Podemos imaginar a esa madre, tan frustrada como angimustiada por perder a sus hijos, teniendo, encima, que dar explicaciones a la justicia, sin que quede claro qué sucedió: ¿murieron accidentalmente bajo las tijeras de los podadores? ¿De inanición en la espesura? O puede que desaparecieran felices, tanto como parecía, aunque eso, a su madre, seguramente no le consuele del todo.
    Original relato que puede tener la lectura de la emancipación y el apego maternal como fondo, aunque sutilmente abierto a interesantes interpretaciones.
    Un abrazo y suerte, Raúl.

    1. Ángel Saiz Mora

      Ruego disculpes, Raúl, el «palabro»: «angimustiada». Angustiada quise decir. Al escribir directamente en el móvil a veces se me cuelan cosas raras. Otro abrazo.

      1. Raúl Aragoneses

        No pasa nada, lo mejor es el magnífico acercamiento que has realizado al texto, con todos los caminos que trato de dejar abiertos. Bravo por tu lectura. Un fuerte abrazo.

  2. Rosa Gómez Gómez

    Inquietante y desasosegante relato.
    No quiero ni pensar lo que habría hecho yo en el lugar de ese padre/madre.
    Genial! Y mágico. Me gusta.

  3. Hola Raúl:
    Las barreras culturales, geográficas… herbáticas!, Jeje
    Metáforas y dilemas morales del progenitor, niños, operarios… Y de los propios lectores, que quedamos encerrados, igual que los niños, dando vueltas al relato para buscar como locos una salida. Obsesión y sesgo humano donde los haya: las explicaciones únicas y tajantes.
    Enhorabuena y un placer leerte, como siempre, Raúl.
    Un abrazo

  4. Paloma Hidalgo Díez

    Esa hierba brillante, en «la traducción que mente quiere hacer» son las luces de neón de Europa. Y esos jardineros con tijeras, la sociedad que solo les trata como a malas hierbas. La declaración, una suerte de justificación ante la impotencia de saberles en esa espiral. En cualquier caso, y tenga la interpretación por tu parte que tenga, he disfrutado de su lectura.
    Saludos

  5. Raúl en tu línea de imaginación que crece como tu hierba. Por un momento el terror, por otro , la angustia de una madre, por otro la normalización, traernos a la tierra con los trabajadores y con un letrero que joder ya podía estar en varios idiomas, aunque me da que esos niños se iban a perder de todas formas. Top Raúl, suerte

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