79. Desadjetivados
Comenzar al abrigo de la luz de la luna a través de los visillos. Mirar la dedicación con la que él profundiza en mis recovecos. Temblar. Aumentar la sensibilidad al compás de la vergüenza. Estremecerme al ver cómo me besa cada centímetro de piel, con entrega, sin apenas parpadear. Cerrar los ojos un instante. Esconderme en mis adentros. Disfrutar del baile bajo las sábanas hasta alcanzar juntos el éxtasis. Mirarnos fijamente a los ojos. Sonreír y, al fin, disipar las sombras de las dudas entre los diecinueve y los cincuenta y tres.
Vivir el momento, el aquí y ahora. Genial. Un relato de gran sensualidad con un final magnífico. ¿Incorrecto? Pregúntaselo a ellos.
Un beso, Nuria
El corazón es el que debería dictar las relaciones profundas, sin dejar tanto espacio a la razón, que solo sabe de sumas y restas.
Un relato elegante y sensible, Nuria.
Un abrazo