04. Diluvio
Desconozco si fueron cuarenta días con sus cuarenta noches pues perdí la cuenta del tiempo que estuvo derramándose el cielo sobre nosotros. Desde el balón, observábamos el mar en el que se había convertido nuestra calle. Los niños, con el bañador y el flotador de unicornio, nos rogaban que les permitiéramos bajar. A Miguelito le dejan, protestaban al borde del llanto. Yo trataba de mantener la fe en que más pronto que tarde, escamparía hasta el día en que dejé de sentir los molestos ladridos del perro del vecino, el trino estridente del canario de la vecina y no encontré por ningún lado a Algodón, nuestro pequeño hámster. Entonces supe que estábamos condenados.
Todo tiene un lado bueno si hay voluntad de encontrarlo, hasta una hecatombe. Un diluvio puede tener su visión festiva en un nivel inicial (nos encantan las novedades), como divertimento infantil y acuático, o por las mascotas ajenas que dejan de molestar, pero, claro está, todo tiene un límite, que coincide con el momento en el que la desdicha nos afecta sin vuelta atrás.
Un relato que muta de lo lúdico a la distopía.
Un abrazo y suerte, Raúl
Mientras nuestro protagonista estudia, con preocupación, el cielo, una embarcación se lleva las mascotas y sus esperanzas de salvación.
Muchas gracias, Ángel.
Por tu respuesta a Ángel creo entender que el arca se llevó a todos los animales del bloque y los humanos se quedaron a su suerte.
Cuando lo leí, creí que iban muriendo con la crecida del agua y cuando les llegó a la altura e los pies el hámster murió.
Las clave está en el título, una idea original.
Muchas gracias Rosa. Así es. Quizá debí titularlo El diluvio en vez de Diluvio para que se entendiera mejor.
Raúl, yo había imaginado que se ahogaban las mascotas, pero me gusta mucho más que quienes se ahoguen seamos los humanos. Mucho mejor para el planeta.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias Rosalía.