38. DILUYENDO LA IRA
Estaba a punto de estallar, lo notaba.
La agresiva presencia diaria en su casa de verano de su ex, con la excusa de ver a los chicos, le estaba exasperando.
No le molestaba su presencia, pues pretendía que mantuviesen una relación cercana, sino las continuas puyas que él le lanzaba, esos comentarios ácidos contra su familia.
Pero lo que verdaderamente le sacaba de sus casillas, hasta llegar a odiarlo, era cuando le acusaba de abandonar a sus hijos.
Los tres, mayores de edad, preferían salir con su padre al monte y al campo, en vez de a la playa o a la casa de su familia, como ella.
Y la madre, en vacaciones, tras dos años alejada de su madre y hermanas, les dedicaba a ellas sus tardes.
Y eran esos momentos pasados en la playa o en largos paseos, los que él utilizaba como arma arrojadiza para acusarla de abandono.
Entonces notaba como hervía su sangre, como su cuerpo se rebelaba contra aquella acusación injusta, porque durante el resto del año era ella quien los cuidaba, alimentaba y protegía.
Por eso, para no estallar, se marchaba rápido a otra estancia mientras notaba como la ira se iba diluyendo.
Si no se diluyese la ira, si se le diera rienda suelta sin ningún tipo de contención, ocurriría más de una desgracia, como de hecho sucede con demasiada frecuencia, cosa que tú conoces bien, no hay más que comprobar las noticias con las que estamos familiarizados.
El padre de esos muchachos, mala persona, podrá difamar de forma injusta cuanto quiera, pero los hechos le quitan la razón, él solo se desacredita. Es mejor que la ira se diluya, no dar el gusto al oponente de comprobar el efecto que desea, porque el tiempo acaba poniendo a cada uno en el lugar que merece.
Un abrazo, Gloria. Suerte
Muchas gracias, querido Ángel. Menos mal que la protagonista no deja que fluya libremente y la controla. Un abrazo grande y gracias por comentar.
La ira contenida es difícil de llevar pero la madre de esta historia lo consigue… de momento. La utilización de los hijos y de los sentimientos hacia ellos para provocar, menospreciar o violentar están a la orden del día. Mal padre que seguramente también fue un mal marido. Por suerte, los hijos ya son mayores.
Suerte y abrazo, Gloria.
Muchas gracias, Rafael. Por supuesto y una vez más se retrata. Gracias por comentar. Un saludo