70. EL BAÚL DE LOS RECUERDOS
En el viaje a Florencia llevabas el vestido de flores que te sentaba tan bien. Gastaste un carrete entero tratando de tomarme una foto imitando la postura del gigante de mármol. Un vecino nos llamó para decirnos que habían atropellado a nuestra perra, Hillary. Cuando llegamos, apenas pudo mirarte con sus lunitas marrones como disculpándose, mientras te lamía la mano.
Mis recuerdos se acumulan en un cajón de sastre sin orden ni concierto, como la casa de un anciano con síndrome de Diógenes. Algunos que creía perdidos aparecen de nuevo en la orilla, devueltos años después por el mar de la memoria. Veo una canción de Perales y las huellas de tus pies descalzos en el suelo del baño. La mirada de mi padre me pone un nudo en la garganta. Formando un cuenco con las manos, atrapo jirones de tiempo gastados de tanto recordarlos, que se deshacen entre los dedos y se pierden para siempre. El olvido es el peor de los laberintos, porque ni siquiera sabes que estás dentro. Tengo que desenredar la madeja y seguir el hilo hasta encontrar el joyero de la memoria. Sé que allí encontraré el tesoro más preciado, todo lo vivido contigo.
Ha de ser terrible perder la memoria, que quede convertida en una caja vacía, como si no se hubiera vivido, porque somos las vivencias que hemos tenido.
Tu protagonista hace todo lo que puede para salvar lo que queda antes de que sea tarde, un meritorio ejercicio de resistencia.
Un relato que muestra que no hay que rendirse nunca, incluso cuando todo parece ponerse en contra.
Un abrazo y suerte, Lucas
Hola, Ángel. Así es, la vida es como la recordamos. Perder esos recuerdos o, peor aún, no reconocer a los que te rodean es aterrador. Gracias siempre por leerlo y por comentar. Espero que lleves bien el calor, abrazo fresquito desde Cantabria.
Una manera poética de explicar el deterioro de la memoria que sufrimos los humanos con la edad. Me ha parecido muy bello.
Deja un regusto de tristeza porque inevitablemente nos tiene que pasar a casi todos. En todo caso una realidad incuestionable para la que deberíamos estar preparados.
Suerte Lucas
Rosa, como bien dices es una realidad inevitable. Mejor no pensar demasiado y vivir. Muchas gracias por leerlo.
Este relato deja unas imágenes muy difíciles de olvidar. Está narrado con gran belleza y resuelto de una manera emotiva. Enhorabuena y suerte con él, Lucas. Un abrazo.
Enrique, fue un placer verte en la reunión enteciana de esta primavera. Gracias por leerlo y por comentar. Abrazaco desde Cantabria