56. El desengaño (María José Escudero)
Habían pasado muchos años desde que le saliera al encuentro el más impactante de los hallazgos. Siempre escuchó decir a su abuela que quien leía lo que no debía se enteraba de lo que no quería. Pero a los once años la curiosidad puede más que cualquier advertencia. Y enredando en aquella atractiva caja de latón donde su madre guardaba cartas, postales y el Libro de Familia, descubrió que su padre no era su padre. Y, desde ese mismo instante, se dedicó a buscar al otro. Primero se lo confió a su mejor amiga previo: ”Júrame que no se lo cuentas a nadie”. Luego, sobrecargada de emociones, levantó un muro que la distanció de la realidad. Y, mientras crecía con una motivación escondida, indagó y encontró pistas. Incluso consiguió una fotografía que la alentó a construir su identidad —él también era pelirrojo— y a elaborar fantasías.
El trayecto había sido largo y en su mano temblaba con amargura el fruto de sus pesquisas: “Estimada Margarita: Me alegra tener noticias tuyas. Claro que quiero conocerte. Sólo te pido que seas discreta. Como comprenderás, tengo una posición y una familia. Puedes pasar a verme por mi despacho. Mi secretaria te dará cita.”
Los dichos y refranes encierran una gran sabiduría que debería de tenerse en cuenta. Más le hubiera valido a tu protagonista hacer caso de la sentencia de la abuela, se habría ahorrado tiempo, energía y esperanzas vanas. Al final de un largo camino le aguardaba otro refrán: «Cuánto sufre el que sabe», junto a un desengaño.
Pero el ser humano es inquieto por naturaleza y más en edades tempranas, ese afán de ir más allá es lo que le hace avanzar, aunque el resultado a veces no sea el apetecido.
Dos fotografías, una reveladora, otra probatoria; una paternidad de hecho y otra consanguínea y una verdad que a nadie interesa y que continuará sepultada.
Un relato muy bien construido con un título que le viene como anillo al dedo, pues nada hay más triste que una ilusión acompañada de esfuerzo que se viene abajo, que no obtiene ningún beneficio.
Un abrazo, suerte y buen verano, María José
Tienes razón, Ángel. Es conveniente atender los valiosos consejos que encierran los dichos y refranes. En este caso, la protagonista hubiera sido, sin duda, más feliz. Me llama la atención la necesidad tan grande que tienen las personas que han sido abandonadas o adoptadas de conocer sus orígenes biológicos. Supongo que es humano. Pero, a veces, es muy decepcionante como en el caso de Margarita. Muchísimas gracias por la visita y por el comentario. Un abrazo y feliz verano, Ángel.